Hacia un nuevo pacto social

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Los partidos deben ser escuelas de civismo y la Nación una construcción colectiva.

Por Juan Martin Garay (*)

En momentos como los que nos tocan vivir -marcado por una sensación generalizada de abatimiento y desilusión política-, los pactos sociales son como agua en el desierto, necesarios e imprescindibles. Este escenario realmente crítico requiere de un nuevo contrato de responsabilidad social que avance entre “la grieta” y una economía que ha venido comportándose de manera cíclicamente ante la siempre necesidad de resurgir como el “Ave Fénix”.
El descreimiento generalizado que se percibe anida en el seno social respecto de ciertas instituciones y en quienes son los encargados circunstanciales de conducirlas, lo es porque algunos protagonistas de las mismas han venido siendo resistentes al cambio que se reclama no solo en voz alta sino también en voz baja. La situación socio-política en la que nos encontramos no es un designio fruto del azar.

Dice Perón que “nadie puede solucionar un problema social si antes no soluciona un problema económico, y nadie soluciona un problema económico sin antes solucionar un problema político”. El problema político debería ser resuelto en el corto o mediano plazo -dada la existencia de una crisis de representatividad política- para ir por la resolución de lo económico y así sentar las bases que permitan comenzar a dar solución a lo social, pero de manera permanente y no espasmódica; porque “el hilo se corta siempre por lo más delgado” y quien paga las consecuencias es el pueblo.

La problemática instalada representa todo un desafío y una nueva oportunidad para sembrar esperanza de la mano de acciones concretas que traigan como consecuencia el advenimiento de un nuevo comienzo. Los partidos políticos deberían volver a realizar lo necesario para empezar a ser percibidos con claridad, en una adecuada escala de valores que los rijan, y ser verdaderas escuelas de civismo como otrora lo fueron para sus afiliados, brindando al pueblo sus mejores cuadros políticos.

Respecto de lo económico y lo social, es dable aceptar el análisis de Alfredo Zaiat cuando expresa:
“El sendero elegido en ciclos políticos anteriores desde la recuperación democrática fue el de construir una hegemonía, sin la búsqueda de esa convergencia, que les permitiera ordenar el conflicto económico y social de corto plazo. Conocido el resultado de esas experiencias políticas, en términos de estabilidad económica de largo plazo, queda en evidencia que no ha sido efectiva la estrategia de no buscar la administración de los intereses corporativos junto a cada uno de los protagonistas de la puja distributiva”.

La medida de todas las cosas

La primacía de lo económico, sin un marco de referencia a lo social y al bien común, ha venido poniendo coto a las diferentes manifestaciones del pensar ideológico. Lo económico con lo político se encuentran en una constante contradicción.

Resulta interesante considerar la existencia de un “empate hegemónico”, que en palabras de José Natanson en una nota para Le Monde Diplomatique sería:

“La definición clásica de Juan Carlos Portantiero: una situación en la que dos fuerzas en disputa tienen suficiente energía como para vetar los proyectos elaborados por la otra, pero ninguna logra reunir los recursos necesarios para asumir por sí sola el liderazgo. En suma, ningún grupo asume la dirección política del país en el sentido gramsciano de la expresión; ninguno puede presentar sus intereses como los intereses de toda la sociedad y formar un bloque histórico que modele un sentido común que la oriente en una dirección determinada”.

En nuestro país este “empate” no es una representación porcentual electoral circunstancial del humor social (como ocurre en los años electorales), donde por unos votos unos pierden y otros ganan -por poco o mucho-, sino que es la realidad de los poderes en pugna en la representación de los intereses que defienden.

Entiendo que el tiempo que viene por delante deberá ser el de “ponerse los pantalones lagos”, un tiempo de consensos, “cabildeo”, diálogo y encuentro, donde realmente se asuma la necesidad de ser Nación y en el análisis general las personas vuelvan a ser la medida de todas las cosas. Recordemos que la Patria es algo accidental que nos viene dado, nacemos donde y cuando la vida nos alumbra, pero la Nación es la construcción colectiva, una tarea de todos y para todos, sin marginados ni excluidos. Por eso me permito opinar que debemos ir hacia un nuevo pacto social, tarea nada fácil, pero es nuestro mayor desafío por el bien de todos los argentinos.

(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.