Hojas Sueltas. Violencia

Por David Bueno

La violencia se había tratado hasta hace muy poco como una cuestión básicamente social y cultural, desde el punto de vista sociológico y educativo. Los avances en genética han permitido saber que hay genes que condicionan el grado de agresividad. No todos somos de inicio igualmente agresivos, pero no significa que la cultura no juegue ningún papel, que es importantísimo. La biología y la psicopatología tienen cosas que decir en cualquier tipo de violencia, entendida como una agresividad fuera de contexto. Es una problemática que muchos se niegan a tratar desde esta perspectiva. Piensan que si alguien con algún tipo de patología comete actos violentos, esta predisposición puede convertirse en eximente de posibles cuestiones legales. La violencia está presente en nuestra sociedad porque, básicamente, somos una especie agresiva. La agresividad es una emoción, un patrón de respuesta que exteriorizamos de forma automática ante cualquier situación que interpretamos como un peligro. Nuestro cerebro funciona así. Una zona del cerebro, llamada amígdala, se encarga de detectar los posibles peligros y de responder de forma preconsciente, y la agresividad es una de las respuestas más rápidas. En una sociedad en la que no se nos educa para disminuir el nivel de agresividad y en la que vivimos en cierto estrés (que inhibe los procesos de reflexión), es muy fácil que se den comportamientos agresivos ante situaciones que no son peligrosas en absoluto.
La educación es la clave para disminuir estos niveles. Es más efectiva antes de los 3 años de edad. Hay estudios con gemelos, con los mismos genes, uno educado en un ambiente agresivo y el otro en un ambiente tolerante, y la respuesta es totalmente distinta cuando son adultos.
Cada persona responde para adaptarse al ambiente donde vive y eso condiciona físicamente cómo acaban formándose las conexiones dentro del cerebro. Por eso, vivir en un ambiente de violencia, al adaptarte y sobrevivir en aquel ambiente, el cerebro acaba de configurarse para responder con violencia. Cuando el cerebro ya está formado, en etapa de adolescente y, sobre todo, en adulta, cuesta mucho cambiar esto. Si queremos modularlo, los primeros años son los claves.
Aunque el hecho de tener una patología mental no hace más propenso a ser violento a alguien, se ha detectado que el número de agresores domésticos con una patología mental, uno de los grupos más estudiados, es mucho más alto que la media.