Hojas Sueltas. Lenguaje I

Por David Bueno

La comunicación es un fenómeno universal, como también lo es vivir en sociedad. Desde los seres vivos más simples, hasta los que presentan un comportamiento más complejo, como los humanos, se comunican y sobreviven gracias a las sociedades que establecen. Las bacterias, por ejemplo, se envían señales para coordinar sus actividades. Se ha visto que las bacterias marinas fluorescentes comienzan a emitir luz todas simultáneamente en base a la comunicación que establecen, y determinadas bacterias responsables de infecciones hospitalarias también se ponen de acuerdo a la hora de empezar a producir toxinas. Incluso hay bacterias del suelo que intercambian señales para decidir colectivamente en qué dirección deben desplazarse, y que incluso deciden de manera colegiada qué individuos de su particular grupo social fabricarán una sustancia resbaladiza y qué otros, en cambio, producirán una especie de pegamento para mantenerse relativamente unidos. Se trata, sin embargo, de una comunicación exclusivamente química, indisociable de su biología y de su genoma, que se activa de manera automática. También se comunican los insectos sociales, con feromonas –unas sustancias químicas especializadas en la comunicación–y complejas danzas acrobáticas. Y las células de nuestro cuerpo también se comunican para coordinar sus actividades. Todos los seres vivos se comunican y se relacionan con su «grupo social». No hay, sin embargo, una conciencia explícita en estas formas de comunicación.
Un caso diferente lo constituyen los primates antropomorfos, como los chimpancés, y los llamados odontocetos –literalmente, ballenas con dientes– como los delfines y las orcas. Los delfines y las orcas tienen un sistema de comunicación interindividual y grupal basado en unos 200 chillidos y sonidos los cuales les permiten coordinarse para cazar, avisarse cuando hay un peligro con indicaciones precisas de dónde está el peligro y de qué tipo es, prestarse ayuda, etc. Incluso las orcas ponen una especie de “nombre” a los recién nacidos, que le ha de servir durante toda la vida para llamarles la atención cuando se quieren comunicar con ellos de manera específica. En cuanto a los chimpancés, tienen un sistema de comunicación mixto gestual y gutural, con unas 200 «palabras», unas unidades de comunicación con un significado preciso que incluye, entre otros, sutilezas sobre el sabor de la comida, avisos concretos de peligro, etc. Sin embargo, ni los primates antropomorfos ni los odontocetos hacen construcciones lingüísticas con sus unidades de comunicación. Como máximo encadenan dos, pero nunca construyen frases. Esto es exclusivo de las personas, de la especie humana.