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jueves, septiembre 19, 2024

Allende no volverá a Chile

Por Víktor Jeifets (*)

La campaña electoral de Chile, que finalizó con una segunda vuelta el 19 de diciembre, fue más allá de las habituales batallas electorales. La victoria del candidato de izquierda Gabriel Boric pasó página de la historia, cerrando el capítulo sobre el legado de Pinochet. El programa de Boric es sumamente importante para millones de conciudadanos, pero también asusta a otros chilenos que temen la violencia política y no quieren que se repita la situación que terminó con un golpe militar en septiembre de 1973 luego de dos años de gobierno del bloque Unidad Popular, liderado por el socialista Salvador Allende. Llegará al poder el presidente más joven de la historia del país, representando a una generación que prácticamente no vivió bajo un régimen militar y no estaba acostumbrada a tener miedo de «lo que pudiera pasar». Boric se convirtió en uno de los símbolos de las protestas estudiantiles de 2011.
La “nueva izquierda” se ha asentado firmemente en la arena política, cuyas actividades y programas significan en gran medida una ruptura con el centroizquierda que logró realizar una transición democrática pero que ha perdido su popularidad a lo largo de las décadas. El candidato, percibido por algunos de sus conciudadanos como «ultraizquierdista», tuvo que desplazarse al centro en busca de aliados, demostrando su disposición a entablar relaciones con los partidos sobre cuya crítica se construyó originalmente su programa. De alguna manera, esto recordó los acuerdos de Allende con el parlamento en un momento en que el Congreso chileno debía decidir a quién se reconocería como el triunfador de las elecciones de 1971. Pero ahí es donde terminan las similitudes. La victoria de la Nueva Izquierda se forjó con promesas de un profundo cambio estructural, un replanteamiento de los enfoques neoliberales y un mayor papel del estado en la economía.
Chile, dice Boric, evolucionará hacia una sociedad donde la desigualdad flagrante terminará y el «milagro económico» chileno funcionará para todos los ciudadanos. Uno de los desafíos para el nuevo presidente será calmar los mercados, que temen ver en Chile una política económica «a la Venezuela».
Tendrá que caminar entre Scylla y Charybdis, sin decepcionar ni a los inversores ni a sus votantes, que esperan el cambio. Gabriel Boric tendrá que evidenciar maravillas de malabarismo político: demostrar a la mitad del país que las autoridades no permitirán el uso de la violencia masiva como herramienta de lucha política y, al mismo tiempo, no ofender a los cientos de miles de chilenos que tomaron las calles en 2019, buscando cambiar el modelo político y económico. Las expectativas de cambios radicales son altísimas, pero el equipo de Boric no podrá cumplir plenamente las promesas sin el apoyo parlamentario y el de la mayoría de una sociedad polarizada.

(*) Director del Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad Estatal de San Petersburgo.

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