Por: José Steinsleger
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En las guerras siempre hubo vencedores/ganadores y derrotados/perdedores. Así, Washington y Moscú impondrán en Ucrania sus intereses y, por tercera ocasión en 100 años, Europa saldrá políticamente derrotada y económicamente perdedora.
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Durante tres siglos y medio, Ucrania fue parte de aquella cárcel de pueblos (Marx), de Iván el Terrible y la dinastía Romanov. Es verdad que a la hora de la revolución, trató de ser independiente. Pero al final será otro Estado tapón (buffer state) sin que Putin logre su desnazificación. Igual que Bélgica, donde la mitad de los ciudadanos guarda amor por el rey Leopoldo II, genocida del Congo colonial.
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Kant creía que la Ilustración era la salida del hombre de su minoría de edad. Y Hegel, tras la restauración del antiguo régimen (Congreso de Viena, 1814-15), concluyó que todo lo real es racional. Ambos expresaron el “orgulloso espíritu germánico”. Afortunadamente, no conocieron a sus descendientes malparidos: los nazis. Ajenos a sus ideas, claro. Apenas, lazos de sangre.
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Veterano de las guerras napoleónicas, el mariscal prusiano Carl von Clausewitz (1780-1831) escribió “De la guerra” (1832), denso tratado militar. Clausewitz quedó impresionado con Napoleón, quien a su juicio había cambiado la naturaleza de la guerra. En particular, la “habilidad” del corso para motivar a la población, desatando “conflictos a una escala como nunca se había visto antes en Europa”. De espíritu kantiano, Clausewitz no se engañaba con el “genio militar” de Napoleón: luz verde para la crueldad, el saqueo, las violaciones y el odio inducido.
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Luego, Freud con su Eros y Tanatos. Que a la hora de las guerras, libera de culpa a los humanistas. Aunque más estimulante sería recordar a la republicana Jeanette Ranklin (1880-1973): “Como mujer, no puedo ir a la guerra”, decía. Primera mujer elegida para el Congreso, Jeanette votó contra el ingreso de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Y en la Segunda ídem, quedándose solita.
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La novela “Al este del paraíso”, obra cumbre de John Steinbeck (1902-68), remite a la lucha entre Abel y Caín. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, en un pueblito de California, dos hermanos se disputan el amor del padre. La novela de Steinbeck incluye al humilde doctor alemán del pueblo, que cae bien a todo mundo y cultiva rosas en su jardín. Hasta que el periodicucho local titula: “Alemania es el enemigo”. Entonces, un grupo de “civiles inocentes” se traslada al domicilio del doctor y destruye el jardín.
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En 1942, en la Francia ocupada por los nazis, el escritor y teniente coronel de la Wehrmacht Ernst Jünger visita a Picasso en París. El pintor le dice: “Si los dos tuviéramos el poder de negociar la paz, se podría iluminar París desde esta noche”. Jünger concluye: “Y esto siempre es así: dos personas que se encuentran en la calle o en un autobús saben cómo se debería proceder en la cuestión del desarme y de la bomba atómica. Pero parece que en el nivel superior hay bloqueos casi imposibles de superar” (Conversaciones con Ernst Jünger, Julien Hervier, FCE, 1990).
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En la Segunda Guerra Mundial, Washington sugería estar contra los nazis. En la de Ucrania, sugiere estar a favor. O sea, en favor del comediante que oficia de presidente y condecora a los neonazis del batallón Azov. Mientras, el presentador Fakhrudin Sharafimal, del canal 24 de Kiev, llama al exterminio de los niños rusos. Al tiempo de recordar que los militares no pueden hacerlo porque está prohibido “en las reglas de la guerra” (sic). Pero que él está dispuesto a hacerlo con sus propias manos porque no pertenece a las fuerzas armadas.
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A mediados de 2000, la Universidad Complutense reunió en Madrid a un grupo de ex jefes de espionaje para debatir su papel en el siglo XXI. Entre los asuntos a tratar, la relación entre servicios secretos y justicia. Entonces, la ex consejera de la CIA Elizabeth Rindskopf, citó a un ex director del organismo: “Dentro del país se cumple la ley. En el extranjero, se defiende la Constitución. La de Estados Unidos” (El País, 16/7/2000).
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De Fidel: “No es lo mismo estar desinformado que perder la capacidad de pensar. Cada vez conocemos mejor el imperio, de lo que son capaces. Engañan a las mentes del mundo con sus medios de comunicación. Y no lo hacen sólo con mentiras, sino con reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira, que un reflejo condicionado. La mentira afecta el conocimiento. El reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar”.