Terrorismo mediático

José Steinsleger

El lunes, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, dijo en un discurso a la nación: “Nos han dicho que el 16 de febrero, será el día del ataque. Lo convertiremos en una jornada de unidad”. El presidente no aclaró quién le avisó, pero bueno… Zelenski pidió a sus ciudadanos que ese día cuelguen la bandera nacional y muestren los colores azul y amarillo del país. Entonces, jóvenes adolescentes de 15 años empezaron a cavar trincheras, y fue patético ver en las noticias a una señora de 94 años, fusil en mano, cuerpo a tierra, y lista para la defensa. Muerto de miedo, Putin ordenó al otro día el retiro parcial de sus tropas desplegadas en las fronteras con Ucrania. ¡Con Estados Unidos y la OTAN no se juega!… Pero dejemos, por ahora, este peligroso reality show en tiempo real, y pongamos el ojo en el payaso Zelensky. Abogado que nunca ejerció porque optó por la comedia, Zelensky se convirtió en 2015 en la estrella de la serie “Servidor del pueblo”, en la que interpreta el papel de presidente de la República. En marzo de 2018 saltó de la ficción a la realidad y fundó el partido Servidor del Pueblo. Al año siguiente, Zelensky empezó a despotricar contra la corrupción del gobierno de Petro Poroshenko en un video de campaña que se hizo viral y ganó las elecciones. Trump lo felicitó, y los enemigos del mundo libre probaron que, as always, la CIA venía metiendo la cuchara en el país eslavo, con algo más que índices de riesgo país, transparencia, democracia, seguridad jurídica, libertad de expresión… siga usted. Bien. Volvamos a Latinoamérica, donde todo mundo sabe que hay dictaduras y, por lo tanto, no hay libertad de expresión “porque se persigue a los que piensan distinto”. Así, Mario Vargas Llosa puede decir muy suelto de cuerpo que en 2018 los mexicanos votaron mal. En 2019, que los argentinos votaron mal. Y en diciembre pasado, los chilenos votaron mal. Abundan operadores mediáticos que creen ajustarse a derecho cuando ofenden al Presidente y su familia, con infundios y mentiras. Pero si el Presidente les contesta, golpean como partido político y buscan refugio en la benemérita libertad de expresión. Para ello, cuentan con medios hegemónicos que dependen del poder económico y financiero concentrado, y grupos de tareas de periodistas mercenarios que erosionan, sin cesar, a los gobiernos populares y democráticos.