El alcalde de Patan, una ciudad al sur de Katamandú, muestra sus respetos a la diosa viviente (kumari). Las diosas vivientes son niñas prepúberes que en Nepal se consideran encarnaciones de la diosa Taleju. La institución de las kumari tiene siete siglos de historia y es producto del sincretismo entre el hinduismo y el budismo. Se centra en la leyenda de la diosa hindú, Taleju, quien le daba consejos al rey. En uno de sus encuentros, el monarca intentó atacarla sexualmente y ella desapareció. El rey manifestó tal arrepentimiento que ella le dijo que aunque nunca reaparecería en su propio cuerpo él debía venerar a una niña, a través de la cual la diosa seguiría ofreciendo sus consultas reales. Desde el siglo XIV, eligen a niñas de apenas 2 años y aunque son reverenciadas y un motivo de orgullo para sus familias, viven asiladas, son educadas por cuidadores oficiales y no se les permite salir, ni jugar o hablar con nadie.
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