En la isla de Cebú, el centro económico más importante de las Filipinas después de Manila, existe un rincón donde turismo, aventura y supervivencia se conjugan como en muy pocas partes. Los pescadores locales han tenido que ingeniárselas para sobrevivir en la última década cuando se hizo evidente que la frecuencia e intensidad de los tifones estaban causando daños devastadores al sector pesquero, abarcando a toda la cadena de valor, desde la captura hasta el mercado. Entonces, descubrieron que los enormes tiburones ballenas podían ser un buen recurso para ganarse la vida. Ahora, los pescadores los atraen alimentándolos con camarones, lo que garantiza un encuentro con la vida silvestre para los turistas que, en los últimos años, han traído dinero, empleos e industria a la ciudad. Pero los conservacionistas advierten que la alimentación altera el comportamiento natural de esta especie en peligro de extinción.
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