Cuatro amigas patinan con sus skates por el parque de Pairumani de Cochabamba, Bolivia. Un grupo de chicas creó en 2019 el ImillaSkate, con la idea de fusionar el deporte urbano con sus raíces tradicionales. Imilla (niña, en quechua y aymara) no ha parado de crecer en número, atrayendo también la atención de documentalistas extranjeros por ser un símbolo de lucha por el prejuicio de amplios sectores de la sociedad boliviana contra las indígenas. Para practicar este deporte mayoritariamente masculino, las jóvenes utilizan las polleras de las mujeres del altiplano. El atuendo tiene su origen en la conquista española, cuando el rey Felipe II (1556-1598) dictó una ordenanza sobre la vestimenta que debían llevar los pueblos originarios. Quienes no obedecían, eran castigados con azotes. Las faldas, conocidas como cholitas, acabaron siendo parte de la cultura de Bolivia, y las imillas honran su herencia ancestral.
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