La muchedumbre se aglomera en la estación de trenes de Tokio donde desde hace semanas los contagios de Covid 19 experimentan un drástico descenso, aun cuando la variante Ómicron llegó al país hace más de un mes. Lejos quedó el colapso de finales de agosto, cuando como consecuencia de los Juegos Olímpicos el país tocó su pico de infecciones con 25.000 casos diarios. Ahora, en un país con más de 125 millones de habitantes, hace meses que no se superan los 200 casos. Tokio, un monstruo de 40 millones de habitantes, registra una media de 45 casos en la última semana. La curva prácticamente plana de casos y las bajas tasas de mortalidad, en un país con una de las poblaciones más envejecidas del mundo, con casi el 30% de sus ciudadanos de 65 años o más, parece un misterio. Sin embargo, las autoridades sanitarias lo adjudican a las vacunas y al uso generalizado de barbijos, presentes en su cultura quizás desde hace siglos, pero extendido a toda la población desde que la gripe española azotó al mundo en 1918.