Dos chamanes de una isla del archipiélago de Mentawai, cerca de Sumatra, recorren la selva montañosa en busca de plantas tintóreas. Los mentawai, llamados también los “hombres flor” por su costumbre de adornarse el cabello con flores de hibisco y ramas de helechos, se han mantenido a salvo de los estragos del Covid 19 por su natural aislamiento. Pero la apertura del turismo supone ahora una amenaza, no sólo por el peligro de contagio sino porque durante el confinamiento el pueblo mentawai parece haber recuperado algunas de sus más antiguas tradiciones, como la de tatuarse la piel. La prohibición del tatuaje impuesta en la era colonial holandesa se mantiene en el siglo XXI. Para salvar su identidad y cultura, una nueva generación se somete a este arte “maldito” de la mano de los chamanes. Y aunque las agujas ya no son de espinas de naranjo ni el procedimiento es tan doloroso, su práctica sigue siendo ilegal.