Por Esther Vivas
En algunos bares y restaurantes de Europa que se han reabierto después de meses de pandemia pueden leerse carteles de advertencia: “Espacio libre de niños”. No quieren chicos correteando, llorando y haciendo ruido mientras los clientes adultos beben y comen charlando libremente… con sus celulares.
En realidad no es algo nuevo. La niñofobia existe desde el inicio de la historia. Existe una ignorancia real de las necesidades de los más pequeños por parte de los adultos que pretenden hacerles cumplir unas expectativas que no concuerdan con su edad. La infancia es una etapa de pleno desarrollo, en la que tienen que experimentar. La forma de erradicar la niñofobia es construyendo espacios más amables para los menores en los que se tengan en cuenta sus derechos y necesidades. Ciudades, bares, que se adapten a ellos y no al revés. Al igual que se adaptan los espacios a personas con dificultades, con rampas, por ejemplo, hay que adaptarlos para que los chicos se puedan desarrollar y desahogar, algo que para ellos es vital. Si construimos sitios más amables para la infancia, provocaría que grandes y pequeños disfrutasen. El problema es que la vida actual es una vida llena de apuros. No los acompañamos, no estamos con ellos, abusamos de las pantallas, de las cosas materiales y nuestros hijos están solos. La educación hogareña de ahora no es peor que la de antes, sólo que antes había más espacios abiertos. Los niños tenían más posibilidades de jugar, de moverse, por lo que solían llegar más tranquilos, por ejemplo, a la hora de comer. Ahora viven más encerrados y tienen que contener toda esa energía propia de la infancia. ¿Por qué molestan los niños? Por el simple hecho de ser niños. La visión adulcentrista histórica, lejos de modificarse, se expande por todos los países. Se incrementó con la pandemia de coronavirus. En un primer momento, en el inicio de la crisis, se apuntaba a que los niños eran supercontagiadores. Fueron las personas más castigadas durante la crisis, encerrados durante semanas en casa, prohibiéndoles salir a la calle y socializar con sus iguales. Y aun hoy, cuando es posible ir a un bar o a un restaurante y tomarte algo sin barbijo y estar con amigos; ellos, si tienen más de seis años, tienen que llevarlo en el colegio todo el rato, incluso, en el recreo, lo que muestra como la niñofobia es una realidad.