Por David Buenos
“La ciencia es el nuevo rock and roll”. Con esta frase ingeniosa y provocadora comenzaba una saga de cómics (Nowhere men), en que los protagonistas eran cuatro científicos que, como hicieron los Beatles con la música, cambiaban el mundo con su búsqueda. Los personajes generaban una inmensa industria a su alrededor, y los efectos que esto provocaba de manera sinérgica sobre la cultura y viceversa eran espectaculares. Sin embargo, detrás de esta ficción gráfica –de una gran calidad y complejidad argumental– se esconde una realidad que, de tan cotidiana, a menudo nos pasa desapercibida. La ciencia y la técnica han tenido, tienen y continuarán teniendo un impacto fundamental en nuestras vidas. Basta que damos un vistazo a nuestro alrededor para ver cómo influyen en las actividades diarias, a través de una miríada de productos que consumimos, desde fármacos cuando estamos enfermos a televisores de plasma y teléfonos móviles –la ciencia hecha industria y comercio, y también calidad de vida-. Y si damos un vistazo dentro de nosotros, veremos que estos avances también cambiaron la manera en que pensamos, cómo vemos el mundo y cómo nos relacionamos. Recordemos, por ejemplo, la teoría de la evolución, el Big Bang o la estructura cuántica del universo, que nos han resituado dentro de la naturaleza y el cosmos y nos han ayudado a alejarnos de las supersticiones, o en el impacto de internet en las relaciones sociales y el acceso al conocimiento –la ciencia hecha cultura y, también, calidad de pensamiento. Pero quizás no todo el monte es orégano, y algunas aplicaciones generan controversia: la energía nuclear, los transgénicos, la manipulación de embriones, etc. Ya se empieza a hablar de transhumanismo, una ideología que considera los efectos de la introducción de las nuevas tecnologías en el seno de la condición humana. ¿Por qué les cuento esto?, pues porque hoy empiezo esta columna de opinión en que pretendo reflexionar sobre la cultura científica y su impacto en nuestras vidas. Como gran aficionado al rock, a la ciencia y, de hecho, a cualquier manifestación cultural, el título genérico no podía ser otro que Ciencia & Roll. No sé si la ciencia es el nuevo rock and roll, pero la atención que se da a los descubrimientos científicos está creciendo en la opinión pública, y los cambios culturales que conlleva el avance son extraordinariamente profundos. Por ello, hay que reflexionar, con mente clara y abierta, pero crítica y analítica.