Por Ana Hernández
“La era está pariendo un corazón no puede más, se muere de dolor” dice Silvio Rodríguez en tiempos complejos pinta escribir sobre una figura que se levanta en banderas, que se la lleva como marca en la piel.
Kate Millet dijo que «lo personal es político» y se refería en parte a no dividir los actos de la vida en esferas públicas y privadas, hay un correlato entre los actos y las ideas. Eva Duarte comprendió la urgencia de su época y fue consecuente con sus orígenes. Se hizo cargo de su tiempo, sin temblor para tomar posturas y políticamente incorrectas. Reunía todas las condiciones para ser mito; nació en Los Toldos, fue actriz, pero encontró su lugar en la política. Fue pobre; bella contradictoria; murió joven a los 33 años, a la edad de Cristo.
En tiempos de tibiezas, en tiempos donde ir por el medio el medio garpa como receta hecha por recetas del marketing político, la figura de Eva se resignifica. En sus oratorias siempre dejó en claro el sujeto político que representaba. Enfrentó a la oligarquía, a la Iglesia y su pecado mayor fue otorgarle a la política el tinte de pasión y fe. Fue parte constitutiva de la mítica del movimiento peronista. Estuvo en la escena de la agenda política tan sólo 8 años, se hizo al calor de la imagen de Perón, pero con una impronta marcada a fuego. A través del tiempo se ha tratado de edulcorar su imagen, angelarla y hasta negar su esencia.
En la actualidad los movimientos de los feminismos no siempre dan lugar a su figura como ícono, el problema reside en juzgar con los ojos de hoy a los hechos del pasado. Este concepto hace la diferencia. Eva Duarte de Perón fundó el partido Peronista Femenino. Evita no era feminista en términos conceptuales y actuales, aunque fue irreverente, audaz dispuesta a romper con el determinismo de su historia. Se transformó en un mito ecuménico cumpliendo todos sus ítems, y también todo lo opuesto según quién escriba.
El legado es de quienes eligen tomarlo, con la justicia social como asunto pendiente. En un momento bisagra con crisis de paradigmas, en un momento de pugnas de relatos. Transcurren días de incertidumbre y poco previsible en cuanto a modelos sociales de producción. Oportunidad maravillosa para cuestionar las formas de construcción política, los conceptos y las categorías.
El rescate de la figura debe trascender la nostalgia y el emblema para incidir en la construcción del discurso. La mujer como actora política y la constitución como sujeta autónoma es una deuda pendiente. La agenda actual lo requiere; el movimiento de los feminismos así lo estableció, se están produciendo los espacios y ahora sólo habrá que ocuparlos sin pedir permiso. En esta instancia es menester releer las formas de estar y permanecer en la política; de lo contrario sólo se construye el mismo mundo en otras manos. Y ya no queremos el mundo, así como está.