Se conmemoró el Día del Escritor y la Escritora

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Fecha evocativa.

Se conmemoró ayer el Día del Escritor y la Escritora en homenaje al nacimiento del escritor argentino Leopoldo Lugones, en 1874.
Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Villa María del Río Seco, Córdoba y se suicidó el 18 de febrero de1938 en un hotel del Tigre.
Fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), que presidió, junto a Horacio Quiroga como vice, entre 1928 y 1932.
Poeta, narrador, bibliotecario, pedagogo y ensayista, en su obra forjó de hecho una vanguardia literaria que rompió con la herencia hispanista y sentó así las bases de un literatura moderna, siempre en la búsqueda de una lengua propia para nuestro país.
Admirador de Rubén Darío, fue autor de una treintena de libros, entre ellos: Los crepúsculos del jardín, Las fuerzas extrañas, Las horas doradas y La guerra gaucha, que fue llevada al cine en 1942 por Lucas Demare.
Para Lugones, el rol del escritor estaba unido al destino de su país; por lo tanto, debía ser parte de su acción política.
Admirador de las bibliotecas populares (contaba anécdotas sobre cómo lo marcó la biblioteca de su pueblo), dirigió hasta su muerte la Biblioteca Nacional de Maestros y contribuyó a diseñar una reforma para la educación secundaria argentina.
Al mismo tiempo, algunos de sus ensayos se constituyeron en hitos de la cultura argentina. Las conferencias que brindó en el teatro Odeón sobre el Martín Fierro en las que comparaba al gaucho con la épica homérica, tienen mucho que ver en su constitución como “libro nacional”.
A pesar de ser considerado un poeta moderno, fue crítico de las vanguardias literarias de principios del siglo XX lo que lo enfrentaron al grupo de literatos que participaba de la revista Martín Fierro, entre ellos: Oliverio Girongo, Norah Lange, Leopoldo Marechal y Jorge Luis Borges.
Sin embargo, fue precisamente Borges quien luego de su muerte lo definió como “el máximo escritor argentino”. “Lugones encarnó en grado heroico las cualidades de nuestra literatura, buenas y malas.
Por un lado, el goce verbal, la música instintiva, la facultad de comprender y reproducir cualquier artificio; por otro, cierta indiferencia esencial, la posibilidad de encarar un tema desde diversos ángulos, de usarlo para la exaltación o para la burla”, escribió en un texto de 1963.