Por Andrés Asiain
La economía argentina necesita un plan de estabilización de precios, que no tiene que ver con el lado fiscal y monetario, como se han intentado en los últimos dos acuerdos con el FMI. Creemos que hay que hacer un plan de estabilidad atacando la inercia inflacionaria, con una política que logre dar una solución fuerte, firme, de shock, para estabilizar los precios.
Todos los programas de los últimos años fracasaron, tanto ortodoxos como heterodoxos, porque no tuvieron en cuenta que la inflación argentina actual genera mecanismos inerciales de inflación. Esto significa que, como hubo inflación en el pasado, va a haber hacia adelante, porque un montón de precios se indexan por contrato o de hecho, como los alquileres o las paritarias. Por eso, los programas que apuntan sólo a esos objetivos fracasan.
En base a eso, desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz proponemos un programa de estabilidad heterodoxo, que no se basa en el ajuste fiscal y monetario como eje central, sino en atacar esos elementos inerciales.
Se trata de un gran acuerdo social en el marco de un plan de estabilización, donde por tres meses se congelen todos los precios, como dólar, tarifas y alquileres. En esos tres meses hay que generar una estabilidad artificial de precios y después proyectarla inercialmente, mediante una paritaria del salario real indexado al período de congelamiento. Por ejemplo, en vez de pedir un 80% de aumento de los salarios porque se piensa que la inflación será del 76%, se negocia cuatro puntos arriba de la inflación acumulada en el período de estabilidad. Si fue 1,5%, la pauta salarial al cuarto mes será 5,5%, y no 80%.
Tarifas energéticas y de transporte
Para compensar a los sectores que vienen con sus tarifas retrasadas respecto de la inflación, en el momento del congelamiento se podría negociar un recupero, pero sector por sector.
Hay ejemplos en el plan del ministro Gelbard de 1973, en el plan Austral de Alfonsín, y en la Convertibilidad.
Después de esos tres meses, la idea es que el salario real se ajuste a la evolución de precios de ese tiempo. Lo mismo con los alquileres y con la política cambiaria y las tasas de interés; se debería hacer con una tabla de desagio, como se hizo en el Plan Austral.
Hay que reacomodar también las tasas de interés a los nuevos niveles de nominalidad. Los cinco precios claves que hay que reacomodar son: dólar, tarifas, salarios, tasa de interés y alquileres. Después, hay que salir de ese acuerdo con un monitoreo muy fuerte de las remarcaciones de las empresas, con una política muy fuerte de parte de la Secretaría de Comercio.
Respecto del déficit, su reducción dependerá del resultado inflacionario y de su dimensión. La inyección de dinero que requiere la economía argentina está vinculada al nivel de actividad y a una inflación que no es monetaria. Si hay una inflación del 80% anual, se necesitará que la cantidad de dinero aumente en la misma proporción.
Un nuevo instrumento de ahorro
Como hemos explicado muchas veces en esta columna, la inflación no tiene una causa fiscal monetaria. El tema de una emisión monetaria excesiva es una presión que puede darse sobre el dólar en momentos de incertidumbre cambiaria, como vivimos ahora. Hay un error en la lógica de la política cambiaria argentina de los últimos tiempos, que se hace sólo sobre el dólar oficial y no sobre los paralelos, salvo intervenciones tardías cada vez que se dispara.
Hay que generar una moneda que recupere la capacidad de ser un instrumento para el ahorro y para el mercado de la vivienda. Planteamos una cuasi moneda indexada. Sería una letra del Banco Central, pero con circulación que se abre a licitaciones diarias, y estaría respaldada en pesos. Es decir, el Estado no la puede emitir para financiarse, sólo se emite contra demanda. Es un mecanismo de absorción de pesos. Tiene que convivir con el peso, porque es para competir con el dólar, no con el peso. Los sueldos se tienen que seguir pagando en pesos. El objetivo es lanzar un instrumento de ahorro, de fácil acceso, que permita cerrar contratos de mediano plazo con cierta estabilidad.
Es una política de largo plazo, no algo para atacar la corrida de ahora. Sería similar a la Unidad de Fomento en Chile, que es una política que empezó en los 60 y logró que hoy todo el mercado inmobiliario funcione en esa unidad de cuenta.