Luis Britto García
Poderoso caballero es don Dinero, pero no tiene modales. No se rebaja hasta nuestras manos. Los inversionistas nacionales se lo llevan a guaridas fiscales. Los inversionistas extranjeros lo exportan a sus casas matrices. Cada vez que intentamos usarlo, nos cobra servicios. Los bancos ni dan saldos, ni efectúan transferencias, ni aceptan solicitud de tarjetas ni de chequeras, ni conceden certificaciones bancarias, nada de nada, a menos que se les pidan informáticamente mediante computadoras o con celulares de última generación. Es decir: exigen comisión por operaciones que realiza uno mismo, con su propio equipo y su propio dinero, y encima cobran comisiones que jamás aclaran. Cuando lo pedimos prestado, el Poderoso Caballero es impagable. Si lo depositamos en los bancos, no dan nada por él, o dan para correr de atrás a la inflación. Si lo guardamos, pierde valor. Al llegar a nuestras manos se escapa como arena, mientras los precios crecen como avalancha.
Espectro de sí mismo
Fantasma del bien económico que representa, el dinero metálico al desvanecerse como papel moneda se hizo espectro de sí mismo. Desde 1944 todas las divisas del mundo occidental están respaldadas por el dólar, el cual a partir de 1974 no está respaldado en nada. Cuando el dinero se viene abajo, arrastra a todos, salvo a quienes lo quebrantaron. Sobre la debilidad del circulante funda su fortuna el especulador, que compra energía o trabajo a precio de moneda blanda y vende lo producido a tarifa de divisa dura. A este fraude lo llaman los arrogantes “Sistema Financiero Mundial”, y los sinceros, “explotación”.
Para agravar la situación, el Poderoso Caballero tiene varias personalidades, cada una de las cuales nos trata peor que las demás. En su fase de papel moneda, en cuanto pisa la ventanilla de un banco viaja al exterior como ave migratoria. En su fase de dinero plástico, nos cobra porcentaje por usar tarjeta, y arrebata el mismo porcentaje incorporado en el precio de los productos a quienes pagan al contado. En su fase dólar, por iniciativa de un ocioso con una página web y la complicidad de 20.000 empresarios reduce a la nada a sus otras dos facetas, y con ellas a los condenados a no tener otro medio de pago.
Dime cuál moneda usas, y te diré quién eres, o mejor dicho quién no eres.
Corridas bancarias
Cansado de dar tumbos, don Dinero quiere ahora arrastrarnos a su barranco. Reclama devaluación o la eliminación del control de cambios para evaporar en 24 horas las reservas internacionales del país.
En nombre de la competencia, un grupo hegemónico mantiene el virtual monopolio sobre la oferta y la demanda del circulante del cual dependen 47 millones de personas. En nombre de la propiedad privada, 7.000 ricos escamotean sus silobolsas. Se les permite que fijen fantasiosamente la cotización de nuestra divisa en relación con otra divisa que no es más que fantasía. Así no hay economía que arranque.
Para bien o para mal, el Estado administra ese patrimonio común. Si los grandes productores nacionales se niegan a repatriar capitales o a liquidar sus cosechas y los bancos “no saben” dónde está el dinero que todos le entregamos, toca al Estado llenar esas vacantes.
Nadie dejaría a un delincuente suelto para hacer lo que le dé la gana, pero permitimos al Poderoso caballero don Dinero ejecutar todos los desmanes que conducen a la ruina colectiva.
Demasiado fuerte es el prestigio de la Democracia como para que la clase dominante siga minándola. El debate político se centra en alcanzar la democracia formal como instrumento para conquistar la económica y social. Desde el siglo pasado la estratagema de la derecha consiste en conceder la primera para negar la segunda. Tras duras y prolongadas penurias consiguió el pueblo el sufragio universal; la oligarquía lo inutilizó limitándolo a la selección de mandatarios.
Desde fines del siglo XX movimientos progresistas ganan elecciones en América Latina, respetan escrupulosamente los principios del llamado juego democrático, garantizan total libertad de expresión, independencia de los poderes, propiedad privada sobre los medios de producción, ejemplar garantía de derechos humanos, económicos y sociales.
La derecha utiliza esas libertades para denunciar o impugnar elecciones legítimas como fraudulentas, para dar golpes de Estado mediáticos, judiciales y económicos de la mano del Poderoso don Dinero. Cuando el pueblo intenta utilizar la democracia formal como instrumento para el desarrollo económico y el desarrollo social, la clase dominante no concede ni lo uno ni lo otro. Dormir con el enemigo puede acarrear el sueño eterno.