Por Pedro Peretti
Domingo Faustino Sarmiento creó, por ley del 21 de julio 1871, la Secretaría de Agricultura dependiente del Ministerio del Interior. Fue Julio Argentino Roca, padre de la oligarquía terrateniente argentina, quien le dio categoría de Ministerio en 1898; Emilio Frers fue su primer titular. Desde entonces hasta 1973 tuvo rango ministerial.
Fue Juan Domingo Perón en su tercera presidencia -con José Ber Gelbard al frente del Ministerio de Economía- quien puso el área de agricultura bajo la órbita de dicho ministerio y nombró a Horacio Giberti secretario de Agricultura. El criterio fue que la nueva Secretaría estuviera subordinada al proyecto de país, y no que siguiera como un ente autónomo que actuaba como garante de los intereses de la oligarquía terrateniente. El secretario debía ser el representante del Estado frente al sector, y no el representante del sector frente al Estado. Hasta el 27 de marzo del 2009 siguió revistando en la categoría de Secretaria, a partir de ahí CFK le devolvió su rango de ministerio. Pero con un detalle: por primera vez desde el retorno de la democracia, al principal funcionario del área no lo eligió el mercado sino la política. Así fue elegido ministro Julián Domínguez. Macri nuevamente rebajó el ministerio a secretaria, pero con un objetivo distinto: achicar el gasto del Estado. Alberto Fernández lo subió a ministerio, no se sabe bien para qué… Lo concreto es que lo loteó por áreas-partes: quiso conformar a todos y no hizo nada. Luego Sergio Massa lo rebajó de nuevo a secretaria.
La agricultura buitre
Fuera ministerio o secretaría, históricamente estuvo en manos de grandes terratenientes y grandes empresas, que se repartieron el control del área. Excepto en tres períodos: de 1945 al 55, del 1973 al 75, y del 2009 al 2015. Pero uno u otro modelo, siempre partían del axioma que la política agraria estaba dirigida al productor de rostro humano, quien debía producir comida para la mesa de los argentinos y exportar. La diferencia estaba –simplificando-, en que la derecha defendía a los grandes productores y quería exportar todo; y el peronismo, a los pequeños y medianos y se preocupaba centralmente de que la comida fuera accesible. El gobierno de Fernández fue una excepción a esta diferencia histórica.
La novedad que nos trae la era Milei, es que por primera vez en la historia agrícola argentina los pools de siembra (la agricultura buitre, sin rostro y de volumen a cualquier precio) asume la conducción del instrumento del Estado que debía controlarlos.
Los pools de siembra son la introducción del capital financiero a la agricultura, apoderándose de una porción de la plusvalía que genera la aplicación de la ciencia y la técnica a la actividad agropecuaria. La Argentina hoy, tiene una agricultura de “tres pisos”: uno es el terrateniente dueño de la tierra, el otro son el contratista rurales (los que la trabajan efectivamente) y el tercer piso son los pools de siembra, grandes grupos financieros que se dedican a alquilar tierras y sembrarlas para exportar. El chacarero tradicional, como el gaucho, hoy ya es un mito urbano.
Declaración de principios
No hay en todo el elenco de funcionarios que acaba de asumir, nadie que esté ocupándose o preocupado por el tema de los alimentos. Me refiero a: su precio, a quién lo produce, dónde y cómo, su distribución y accesibilidad. El mercado lo arregla todo. Chau soberanía y seguridad alimentaria.
El nombre de la nueva estructura lo dice todo: Secretaria de Bioeconomía. El conocimiento está puesto al servicio de exportar más y no de producir más y mejor la comida. Cambiar el nombre es en sí mismo una declaración de principios. Los productores dejan de ser productores para transformarse en auxiliares productivos de las grandes corporaciones exportadoras. Lo único que interesa es el volumen exportable, no quién, ni cuántos producen, ni dónde se produce, ni para qué. Por eso ni siquiera se tomaron el trabajo de invitar a la inefable Mesa de Enlace a la oficialización del nuevo secretario del área, el profesor Fernando Vilella. La presentación estuvo a cargo de José Demicheli, CEO de Adblick, un mega pool de siembra que trabaja más de 50.000 hectáreas; arrendando más de 100 campos, con un fondo común de inversión propio con 800 inversores. Junto a Demicheli estuvieron los más granados de la agricultura buitre: pools de siembra, exportadoras de granos, proveedores de insumos y difusores rentados de la sojización. Todo un símbolo de época.