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viernes, septiembre 20, 2024

Yo digo… Somos una especie violenta

Por David Bueno

La violencia se había tratado hasta ahora como una cuestión básicamente social y cultural, desde el punto de vista sociológico y educativo. Los avances en genética de estos últimos años han permitido saber que hay genes que ya condicionan el grado de agresividad de cada persona. Pero no significa que la cultura no juegue ningún papel, que es importantísimo. La biología y la psicopatología tienen cosas que decir en cualquier tipo de violencia, entendida como una agresividad fuera de contexto.
Hasta hace poco no se había abordado la violencia desde esta perspectiva, quizás por algo de miedo. Si personas con algún tipo de patología cometen actos violentos, mucha gente tiene miedo que esto se convierta en un eximente en posibles cuestiones legales. Pero una cosa no quita la otra. El hecho de reconocer que hay algunas patologías que pueden favorecer comportamientos violentos no quita ninguna responsabilidad legal a las personas que las acaban cometiendo. Lo que sí que contribuye es intentar a identificarlas antes de que cometan cualquier acto de violencia atroz.

Peligro inminente
La violencia continúa tan presente en nuestra sociedad, básicamente, porque somos una especie agresiva. La agresividad es una emoción, un patrón de respuesta que exteriorizamos de forma automática ante cualquier situación que interpretamos como un peligro.
Nuestro cerebro funciona así: una zona del cerebro, llamada amígdala, se encarga de detectar los posibles peligros y de responder de forma preconsciente, y la agresividad es una de las respuestas más rápidas. En una sociedad en la que no se ha educado para disminuir su nivel de agresividad y vive en cierto estrés, que inhibe los procesos de reflexión, es muy fácil que se den comportamientos agresivos ante situaciones que no son peligrosas en absoluto.

Terrorismo
El 90% de los actos violentos son cometido por los hombres y se debe también a la misma constitución física de las personas. Los hombres tienen más testosterona, se dice que es la hormona masculina, pero las mujeres también la tienen, aunque generalmente con menos cantidad. Es una hormona implicada no sólo en los aspectos de las diferencias sexuales sino también en aspectos como el liderazgo o la competitividad.
Algo interesante sobre lo que quizás convenga reflexionar ahora es sobre el terrorismo. Se tiene a pensar que los terroristas tienen algún tipo de trastorno mental, pero no. Suelen ser personas especialmente crédulas, jóvenes y con más testosterona. Por eso, muchos terroristas son más agresivos y con más sentido territorial, ya que la testosterona también da sentido territorial. Son personas con afición al riesgo y que saben empatizar con las necesidades del líder, que es el que no va nunca delante y el que acostumbra a tener patologías mentales.

Liderazgo
Por otro, lado hay que recordar que mucha gente con cierta predisposición natural, no es disfuncional socialmente. Y lo contrario. Muchas investigaciones han encontrado una relación muy importante entre líderes y psicopatología. Alguna vez hemos citado aquí el ejemplo de la conferencia de Yalta, donde se firmó el acuerdo entre los principales líderes aliados de la Segunda Guerra Mundial, con Franklin D. Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill. Como bien lo saben los historiadores, los tres tenían psicopatologías claras y conocidas: Stalin sufría algún tipo de trastorno que cursaba con paranoia, probablemente un trastorno delirante crónico. Roosevelt tenía un trastorno bipolar con fases de gran euforia y de depresión. Y Churchill algo parecido agravado por su consumo de grandes cantidades de whisky.
Un famoso estudio detectó que la mitad de los presidentes de Estados Unidos entre 1776 y 1974 sufría algún tipo de psicopatología. Por no hablar de algunos dictadores, o de Adolf Hitler y Benito Mussolini.
En todos los dictadores estudiados se ha encontrado algún tipo de psicopatología. No diagnosticada en su época porque no había entonces ni las herramientas ni los conocimientos actuales.

Visión humanista
La mejor manera de disminuir la violencia es a través de la educación, que puede atemperar nuestro carácter agresivo. Por otro lado, dificultar el acceso a las armas e intentar que disminuya el sentimiento territorial y grupal tan fuerte que tenemos por una concepción más humanista de la sociedad. No ver a los que son de otro grupo como no humanos.
Hay mucho trabajo por hacer no sólo desde la educación, la psicología y sociología, sino también desde la biología y la psicopatología, que es la otra cara de la moneda.
Hemos heredado la violencia a través de milenios. Un remanente nuestra historia evolutiva que gracias a la cultura podemos controlar.

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