Por Ernestina Giarrizzo
Como les sucederá a muchas personas que lo conocen de cerca, si alguien me hubiera dicho que mi hermano Federico terminaría preso, lo habría tomado como una broma de mal gusto.
Federico desde chico fue- y sigue siendo-noble, tranquilo, inocente, confiado, trabajador –desde los 9 años ayudaba a mi abuelo en el campo- de esas pocas personas que tienen la capacidad de disfrutar de lo simple, rodeado de sus amigos de la primaria y la misma gente de toda la vida, y con una actividad entorno al campo, los caballos, la doma como hobby, y la carnicería y almacén como medio de vida. A pesar de ser universitario y post universitario, Federico nunca tuvo ni necesitó lujos para existir, él brilla con su personalidad humilde. Siempre fue así.
En el extremo opuesto, mi otro hermano, Nicolás, “encantador de serpientes”, ambicioso, ansioso y exitoso en los negocios, hasta que posterior al suicidio de nuestro padre, se perdió en las drogas y fundió todo lo que había construido. Nunca se logró que él finalizara una rehabilitación, y ha sido motivo de que parte de la familia no se relacione, por disentir en el manejo de este tema que finalmente nos terminó arrastrando a todos, sobre todo a Federico, que sin ninguna culpa ni pruebas, solo interpretaciones basadas en la distorsión del lenguaje (ya lo explicaré) se encuentra privado de su libertad desde hace más de 5 meses, con todas las costas que ello implica.
El derrotero extenso de la madre del cantante Chano, ilustra la lucha contra la Ley que impide internar a un droga-dependiente contra su voluntad. Un adicto severo como Nicolás o Chano o los miles que se encuentran en el anonimato, se asemeja a un meteorito que cruzó la atmósfera y sabemos que va a caer en algún lado, puede ser en el desierto o puede ser en medio de la ciudad, pero lo que es seguro es que producirá estragos para sí mismo o también involucrando a inocentes. Y eso pasó en nuestra familia, principalmente con Federico.
Que Federico sea liberado
A Federico se le acusa erróneamente de integrar una banda dedicada a comercializar droga junto a su hermano Nicolás, y se fundamenta que “se encuentra acreditado que era el encargado del resguardo y distribución de las sustancias”. Para inculparlo, la justicia se vale de escuchas con su hermano en las que él se refiere a “cordero”, “matambre” y productos cárnicos relativos al rubro en el que se desempeña desde hace más de 20 años. Para la interpretación distópica de los investigadores, Federico habla en código y estas palabras refieren a droga. Sin embargo, en el allanamiento a su domicilio- donde también funciona la carnicería- no hallaron droga que acredite acopio o venta ni elementos de interés, sino carnes, incluyendo matambre y corderos.
Este es el tenor de cada una de las pocas “pruebas” que sustentan la detención de Federico, que obedecen al vínculo familiar con su hermano, a transacciones bidireccionales por la compra de una carnicería, el alquiler de otra y la venta de carne, relación también caracterizada por una problemática de consumo de cocaína, pero totalmente alejada de la significación que se le pretende asignar, ya que Federico nunca integró ninguna banda, ni vendió, ni distribuyó, ni vendería droga.
Así también lo corroboraron todos sus vecinos consultados, quienes afirmaron desconocer que Federico pudiera tener alguna actividad ilegal. Y creo que Concepción a estos efectos, es una ciudad pequeña, donde todos saben quién vende droga.
Le niegan la Presunción de Inocencia, bajo pretexto que se le desconoce arraigo, esto es que no tiene domicilio, ni familia ni trabajo demostrable. Paradójicamente, Federico tuvo grandes oportunidades cuando se recibió en Buenos Aires, sin embargo, eligió volver al campo, a su querida Concepción, a su gente. Federico tiene como arraigo a la ciudad misma, porque nunca desde que regresó siquiera salió de vacaciones, más que a alguna jineteada o fin de semana. Su entorno es grande, todos saben quién es, dónde y con quien vive, en qué trabaja y qué hace.
Entiendo que la justicia debe investigar, incluso ser prusiana a la hora de combatir la delincuencia, pero se trata de no ser garantista con hechos, pero sí con interpretaciones, porque son subjetivas, conllevan un alto margen de error, y el daño que produce la cárcel para una persona inocente, es irreparable, material, social y psíquicamente.