Por Alfredo Serrano y Guillermo Oglietti
El proyecto de la moneda común que están proyectando Brasil y Argentina con miras a extenderse por toda la región. Además de la creación de una moneda común unitaria (no única), hay otros módulos que permitirán escalar el nuevo sistema regional hasta definir una arquitectura financiera autónoma, entre otros, el Sistema de Compensación de Pagos.
Al respecto han existido propuestas de gran calado que es necesario repasar para diseñar el funcionamiento del sistema. Keynes, en primer lugar, propuso la creación de una “Unión de Clearing Internacional”, que implicaba la creación de una moneda internacional que denominó “Bancor”. Propuso que los países establecerían el tipo de cambio entre sus monedas y el Bancor (se trataba de una moneda común única). La propuesta involucraba penalidades para quienes tuvieran desbalances significativos en sus cuentas corrientes, ya sean déficits o superávits, y preestablecía mecanismos automáticos y no automáticos de corrección. Por ejemplo, si el déficit excedía una cuarta parte de la suma de sus exportaciones e importaciones anuales, el país tendría que devaluar un 5% su moneda y pagar un 1% del monto de desbalance que iría a constituir un fondo común (de propiedad de la Unión de Clearing). Los países superavitarios también tendrían que realizar ajustes sobre la economía real, ya sea elevando salarios, apreciando su moneda, reduciendo sus tarifas, prestándoles a los países pobres o aumentando la demanda interna y, al igual que los países deficitarios, igualmente sufrirían la misma penalidad del 1% por el desbalance.
Este diseño institucional desacopla la oferta mundial de dinero de reserva y transacción internacional de la moneda nacional de cualquier país. Ninguna moneda nacional sería una moneda de reserva, es decir, que se desdolarizarían las finanzas internacionales y, además, la Unión generaría ingresos por señoreaje y multas que podrían ser utilizados para solventar bienes públicos globales.
Fondo común de reservas
Un Fondo común de reservas y estabilización macroeconómica regional es un instrumento que serviría para brindar asistencia a los países con problemas de balanza de pagos. En cierta medida, cumpliría las funciones que teóricamente debería atender el FMI bajo el diseño original pensado por Keynes, pero respondiendo a los intereses y directrices regionales.
También es un mecanismo que hace a la eficiencia económica. En efecto, hemos visto que el stock de reservas sudamericano suma aproximadamente U$D 635 mil millones, es decir, un 17% del PIB regional. Esta es la inversión de recursos que los países destinan a administrar el valor de sus monedas nacionales y evitar ataques especulativos. Es una inversión necesaria bajo la actual arquitectura financiera, pero muy ineficiente desde el punto de vista del interés nacional, porque los bancos centrales colocan estas reservas en inversiones líquidas de muy baja o nula rentabilidad mientras que tienen que endeudarse a tasas mucho más altas.[8] A consecuencia del mal diseño del sistema financiero actual, el nivel de reservas internacionales en los países en desarrollo aumentó desde apenas el 3 % del PIB en los años 80 a valores en torno al 20 % para los países en desarrollo de renta media y al 9 % en el caso de los países de desarrollo de renta baja.
Crédito a la producción
Sería mucho más eficaz y eficiente si se constituyera un fondo común de reservas que brindase la misma protección, pero permitiese liberar a cada país de parte de estos recursos. Esa acumulación de reservas es la prueba palmaria de que la arquitectura financiera internacional que definió esta globalización podría caracterizarse como el sistema del “sálvese quien pueda” y es por eso, que una administración regional y coordinada de las reservas, similar a la que propuso originalmente Keynes para el FMI, que permita a los países asegurarse frente a la especulación cambiaria y ante desequilibrios transitorios de balanza de pagos, terminaría redundando en un fuerte impulso a la economía regional. El impacto potencial de liberar la mitad de esas reservas, utilizándolas para financiar actividades productivas, sería una multiplicación del PIB regional de entre 8% de mínima y 40% de máxima en unos 5 años.
En las conversaciones sobre el diseño del nuevo sistema monetario se está dialogando sobre la creación de un banco central regional. Entre las funciones típicas de un banco central destaca la de administrar la política monetaria y el pleno empleo, pero será imposible que pueda cumplir esta función si los países integrantes del acuerdo tienen diferentes estructuras productivas y sus ciclos económicos no están sincronizados.