David Bueno
La científica pionera Jeanne Altmann en su estudio de más 40 años sobre los babuinos descubrió que hay diferentes formas de ser madres entre estos animales. El impulso maternal puede estar muy arraigado, pero las acciones específicas que provoca van mucho más allá del mero instinto. En su investigación notó que los datos de mortalidad entre los primogénitos de los babuinos coincidían con el de otros primates, con tasas de mortalidad 60% más alta que la de los hermanos posteriores. Esto no sólo obedece a la falta de experiencia de las madres primerizas. Su estudio permitió ver algo no tan obvio: no todas las babuinas nacen iguales. Los machos pueden pelear por su posición alfa, pero las hembras habitan en una aristocracia femenina rígida, digna de la nobleza británica. El estatus se hereda y está ligado a privilegios.
Las hijas nacidas en la nobleza babuina tienen la ventaja de las conexiones sociales de su madre: una red de benevolencia protectora. Este sistema de apoyo significa que las madres no tienen que ser el principio y el fin de sus hijos, lo cual es especialmente útil para las principiantes que atraviesan una brutal curva de aprendizaje maternal. Altmann descubrió que las hijas rodeadas de parientes de alto rango dan a luz a una edad más temprana a descendientes con más probabilidades de sobrevivir, lo que les da una ventaja reproductiva de por vida sobre las madres de los rangos inferiores.
Amor puro y duro
Este privilegio social tiene un impacto enorme en el estilo maternal de un babuino. Las madres nacidas en la nobleza dejan que sus bebés deambulen por todas partes y les muestran un amor duro desde el principio cuando llega el momento del destete. Este enfoque de no intervención hace que los jóvenes sean autosuficientes y socialmente integrados, lo que les da una mayor probabilidad de sobrevivir como adultos.
Las hembras de bajo rango, sin la posición social que las proteja a ellos y a sus bebés, lo compensan con lo que Altmann describe como crianza “restrictiva”, manteniendo a su bebé constantemente a poca distancia. Sus crías desarrollan su independencia más lentamente y exigen más los recursos críticos de la madre.
Ante amenazas potenciales continuas, su ansiedad aumenta. Este estrés, detectado en las hormonas excretadas en las heces de la madre, reduce su respuesta inmune y las hace más vulnerables a las enfermedades. También puede manifestarse como depresión e incluso abuso infantil.
Los humanos no son los únicos primates que sufren depresión posparto. En los babuinos, las madres de bajo rango exhiben niveles más altos de comportamiento abusivo durante el período posparto. En poblaciones salvajes de macacos, se ha observado que entre el 5 y el 10% de las madres muerden, arrojan o aplastan a sus crías contra el suelo. Se sabe que algunos han muerto como resultado de este proceder. Aquellos que no lo hacen, quedan psicológicamente marcados y son más propensos a maltratar a sus propios hijos, lo que garantiza que este comportamiento abusivo repercuta de generación en generación.
Amistad y manipulación sexual
Aunque podría parecer que los babuinos de bajo rango están condenados por nacimiento. El equipo de Altmann descubrió que sí son capaces de forjar amistades estratégicas con otros babuinos, tanto machos como hembras, pueden obtener la ayuda que tanto necesitan al afrontar el brutal desafío darwiniano.
Lo que demostraron podría sintetizarse así: las hembras que tienen más amigas viven mpas tiempo y sus hijos sobreviven mejor.
Las mamás babuinas tienen otra táctica para engañar al destino: pueden manipular el sexo de sus crías. Altmann descubrió que las hembras de bajo rango tenían más hijos que hijas. Esto juega a su favor. Mientras las hijas permanecen encadenadas al estatus social de su madre, un hijo puede ascender a la cima y reproducirse con una hembra de alto rango. Por el contrario, las hembras de babuino de alta raza producen más hijas.
Cuando Altmann expuso el truco de la hembra del babuino, a muchos les resultó difícil creer que fuera posible un movimiento tan calculador, aunque inconsciente. Pero la manipulación sexual es utilizada por las madres, desde avispas del higo hasta kakapos.
No está claro cómo lo hacen los babuinos. Pero en otros mamíferos, como el coipo y el ciervo, su método es el aborto selectivo.
Estas mamás animales nos enseñan que la maternidad es mucho más que una respuesta instintiva. Es un asunto múltiple de vida o muerte con una curva de aprendizaje traicionera.