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Concepción del Uruguay
viernes, julio 26, 2024

Yo digo… Manual de instrucciones del cerebro (Parte I)

Por David Bueno

Durante décadas se ha discutido si el cerebro infantil es una especie de tabla rasa que no tiene ningún acondicionamiento previo y que, por tanto, la educación forja todos los aspectos del carácter, incluyendo las habilidades y las aptitudes de las personas, o si vienen predeterminados biológica y genéticamente. Ha habido y todavía hay buenos defensores y grandes detractores de las dos posturas, pero los avances realizados estos últimos años en los campos de la biología y la genética del desarrollo y de la neurociencia indican que estas dos visiones aparentemente contrapuestas tienen parte de certeza y, al mismo tiempo, si las tomamos en pie de la letra, ambas son erróneas.

Siete días antes de nacer
Las células que formarán el cerebro humano se comienzan a detectar muy pronto durante el desarrollo. Tres semanas después de la fecundación, un grupo de células que hasta ese momento han formado parte del ectodermo, el tejido embrionario más externo y que dará lugar a la piel, comienzan a cambiar de forma. Están situadas en la parte dorsal, y establecen el inicio de lo que acabará siendo la médula espinal y el cerebro. Forman la llamada placa neural, que se pliega en el surco neural y se acaba cerrando hasta convertirse en el tubo neural. En su parte anterior, el tubo neural se ensancha, y se convierte en el primordio del cerebro. Primero está lleno de un líquido, el fluido cerebroespinal embrionario, que lo alimenta y condiciona su crecimiento, desarrollo y maduración, y poco a poco, durante las semanas posteriores, va formando capas y más capas de células, entre las neuronas que generarán y gestionarán la vida mental. El resto se mantiene en forma de tubo y formará la médula espinal.
Hacia la semana 26 de gestación, las neuronas que forman el cerebro fetal ya han empezado a establecer conexiones entre ellas, de modo que su actividad puede controlar algunos de los parámetros más básicos y automáticos del cuerpo, como la temperatura y el latido cardíaco. Sin embargo, las funciones integrativas, que son las que permiten relacionar las percepciones que se reciben del exterior con comportamientos determinados, aún tardarán mucho en iniciarse, hacia la semana 37 de gestación, una o dos semanas antes de nacer, dado que necesitan de muchas más neuronas y conexiones.

Los 8.000 genes del cerebro
A partir del nacimiento, el ritmo de maduración del cerebro se acelera, lo que hace que incremente la tasa a la que se van realizando nuevas conexiones entre neuronas. La actividad mental reside y se gestiona en las redes neurales que forman estas conexiones. Y la capacidad de aprender cosas nuevas, incluyendo también actitudes como la motivación o la capacidad crítica, entre otras muchas, se basa en la posibilidad de hacer nuevas conexiones que amplíen y refinen estas redes. Es lo que se llama plasticidad neural. En todo este proceso, los genes están bien presentes. De los 20.500 genes que forman el genoma humano, hay unos 8.000 que en un momento u otro tienen una función en la formación o el funcionamiento del cerebro. Todo el mundo tiene estos genes, pero todos ellos presentan diversas variantes génicas que introducen diferentes sutilezas en el mensaje que codifican. De modo que no hay dos cerebros con un sustrato genético y biológico idéntico. Habrá personas con más predisposición que otras hacia determinados tipos de aprendizajes y comportamientos. Aunque los genes condicionan la formación y el funcionamiento del cerebro, las conexiones concretas que establecen las neuronas, que son la base de nuestra vida mental, se van formando y reformando progresivamente a través de la interacción entre este sustrato biológico y el ambiente social, familiar y educativo. Por tanto, no existe un determinismo genético. En este contexto, se distinguen grandes períodos diferentes de desarrollo neural, a partir del nacimiento.

Primer período
En el primero, entre los 0 y los 3 años, se realizan conexiones entre neuronas cercanas de la corteza cerebral, que es la parte más superficial del cerebro y que es donde se gestionan las funciones más complejas y típicamente humanas, como la toma de decisiones, el razonamiento, el control ejecutivo, el lenguaje y la empatía, entre otros. Desde el punto de vista biológico y evolutivo, este proceso permite integrar los condicionantes ambientales en la funcionalidad del cerebro, y en consecuencia en la vida mental futura. El cerebro infantil es enormemente maleable y está preparado para incorporar los condicionantes ambientales a su estructura neuronal y su funcionamiento. El cerebro se moldea durante la infancia para adaptar los comportamientos futuros en el ambiente donde crecemos. En consecuencia, es la etapa con mayor influencia sobre la vida adulta.

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