Yo digo… Los números y la historia

Por Pedro Peretti

Hace unas pocas horas la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner volvió a hablar de algo que, según definió, le valió el odio eterno del poder real: la participación que alcanzaron los trabajadores en el PBI durante su segundo gobierno.
Se trata del famoso “fifty-fifty”, del que habló el ex presidente Juan Domingo Perón, quien en un discurso pronunciado en 1973 se refirió a las ganancias que se generaban gracias a las exportaciones, y prometió que su gobierno se ocuparía de que fuera “distribuida con justicia entre todos los que la producen, sin colateralismos y sin ninguna ficción: fifty-fifty, como dicen, mitad y mitad”.
CFK mostró en sus últimas presentaciones un gráfico con la evolución histórica donde claramente sobresale que en el año 2015 la participación de los trabajadores en el PBI era de entre el 51,6% y el 53,3%. Pero, además, el gráfico muestra que los tres puntos más altos de esas métricas en la historia de la Argentina coinciden con tres gobiernos peronistas.
Aunque esos tres momentos corresponden a mundos disímiles, tienen en común su “alta dosis de soberanía nacional”.
La consigna fundante del primer peronismo -Braden o Perón- ya emana soberanía desde su raíz. Es el primer pico del gráfico.
El segundo pico es del período 1974/75: la imagen de Dorticos y Allende como invitados de honor en la asunción de Héctor J. Cámpora es más que elocuente. A esto se suma la gira comercial del ministro Gelbard por los países de Europa del Este y Cuba, la nacionalización del comercio exterior, de las bocas de expendio de combustible o la Ley de Contrato de Trabajo; sólo algunos de los hechos soberanistas.

El precio de los alimentos
El tercer pico corresponde al segundo gobierno de Cristina Fernández. En los años del kirchnerismo sobresalen el pago al FMI, el No al ALCA, la estatización de los Fondos de Pensión, de Aerolíneas Argentinas e YPF, la política de Ciencia y Técnica, la negociación con los buitres, etc. Los muchos ejemplos notables, demuestran en forma contundente aquella densidad soberana a la hora de tomar decisiones. Es una regla “casi” matemática de la política nativa: cada vez que se toma un avión para ir a “conversar” con el FMI o el Banco Mundial, quedan en Migraciones jirones de calidad de vida de nuestra gente.
Los tres picos señalados tuvieron un denominador común: políticas públicas de intervención y control estatal en la producción y precio de los alimentos. El dato es elocuente: la relación entre el valor de los alimentos y el salario tiene un impacto directo en la calidad de vida.
Pero los alimentos no nacen en la góndola, sino en algo que se llama campo, tierra o suelo agrícola (todos sinónimos) y que está cada año más concentrado. Hoy el mercado maneja la política agropecuaria. La Argentina, su pueblo de a pie, necesita una política agraria al servicio de la soberanía y seguridad alimentaria de la nación, necesita productores, no financistas; necesita administrar las tensiones entre consumo y exportación. Que conduzca la política, y no el mercado, es esencial para lograr “esas” participaciones notables de los trabajadores en el PBI.

Decisiones
Se habla por estas horas en el oficialismo de acordar un programa para después elegir un candidato que represente ese proyecto. Ese programa debe tener algunos ejes innegociables. Uno de los principales es fijar que la Política debe decidir cuál es la estrategia agraria que más conviene al conjunto de los compatriotas. Para que los grandes grupos económicos y terratenientes no nos chantajeen, como lo hacen con el valor del dólar o con el precio de los alimentos, variables que manejan en forma monopólica.
La primera clave es urbanizar el debate agrario, masificarlo, sacarlo del ghetto de los poderosos y hacerlo inteligible para nuestro pueblo. La orientación general de la cuestión rural debe fijarla la Política, no los mercados. Sin esta definición soberana no hay política agraria autónoma posible. Y sin política agraria autónoma, no hay precios accesibles para los alimentos de consumo masivo.
Cada concesión al libre mercado agrario es un achicamiento de los salarios de los trabajadores. Otra regla de oro de la historia argentina: a menos intervención estatal, menos poder adquisitivo.
Los tres momentos que destacó CFK coincidieron con políticas de alta intervención en los mercados y control de precios de los alimentos, lo cual redundó en un notorio mejoramiento en la calidad de vida de todos los argentinos.
Sin Soberanía hay hambre; y con soberanía, pleno bienestar.