Yo digo… Las regulaciones de las IA en Argentina (Primera Parte)

Por Ariel Vercelli (*)

El desarrollo y expansión de las inteligencias artificiales (IA) está generando profundos cambios en las sociedades.
En la última década, el exponencial aumento de las capacidades de procesamiento, el extractivismo de todo tipo de valor (material e intelectual), la disponibilidad de grandes datos personales y poblacionales y el desarrollo de los aprendizajes automáticos, entre otros, permitieron avances significativos en las IA que interpelan diferentes estructuras sociales: comercio, arte y cultura, política, administración pública, Derechos Humanos, entre muchas otras. Tan amplios y profundos son estos cambios que, inevitablemente, emergen cuestionamientos en relación a sus posibles consecuencias y la necesidad de su regulación.
Al igual que otras creaciones humanas, las IA están atravesadas por toda la paleta de colores de nuestra condición (lo bueno, lo malo, lo sublime, el poder, la tragedia). Las diferentes oleadas de eficientización del mundo que están trayendo las IA están muy lejos de ser neutrales. Nada parece escapar a esta nueva traducción del mundo digital, donde se impone una eficientización constante y rutinaria de todo tipo de procesos, una supuesta optimización del tiempo, del aprovechamiento de los espacios y un amplio control tanto de las conductas humanas como de las no-humanas.
Las IA no son sólo una promesa sino también un presente que, de forma más o menos perceptible, se encuentran involucradas en las más diversas experiencias cotidianas. Las IA parecen estar por todos lados, más aún luego de las medidas de aislamiento a partir del Covid 19. Su utilización intensiva se ha ensamblado, y permite, el funcionamiento de complejos sistemas: transporte, salud, comunicación, alimentación, participación política, etc. Incluso, es posible afirmar que las IA son omnipresentes, ubicuas y, no sorprende que, como continuidad del capitalismo industrial, comiencen a ser de las más rentables a nivel global.
Las IA podrían redundar en enormes beneficios, pero también podrían estar profundizando viejos problemas como la desigualdad y el desempleo masivo.

Escenarios y preguntas
Ahora bien, frente a este escenario, ¿existen relevamientos sobre cuántas IA realmente existen y están funcionando? ¿De qué están hechas, quiénes las hicieron, para qué sirven? A su vez, ¿podríamos lamentarnos de crear inteligencias omnipresentes y fuera de nuestro control? ¿En algún momento se podrán “desenchufar”? ¿Cuánto nos afectan como personas y cuánto como poblaciones? ¿Dónde deberíamos discutir democráticamente estos temas?
El crecimiento industrial vertiginoso de las IA anticipa un malestar en la cultura tecnológica y la emergencia de varios problemas yuxtapuestos:
(a) Es posible identificar el uso intensivo de las IA, una fuerte afectación de las poblaciones y un profundo desconocimiento sobre qué cantidad, calidad y funciones tienen estos dispositivos a nivel mundial (¿cuántas IA podrían considerarse activas?). Por diferentes motivos, muchas de estas IA no son fácilmente visibles. Incluso, es posible afirmar que muchas IA están ocultas por diferentes motivos: ser secretas, de vigilancia y control, estar protegidas por derechos intelectuales o secretos industriales o ser cerradas y privativas.
(b) Las IA no son transparentes: incluso, en algunos casos, como los de aprendizaje automático y redes neuronales, es imposible arribar a una explicabilidad de sus procedimientos y resultados. Muchas son consideradas “cajas negras” y, además, no pueden abrirse sin afectar derechos intelectuales que funcionan como una garantía corporativa para usos ocultos y abusivos.
(c) Se advierte una complejidad creciente de las IA y una fuerte dependencia que estos desarrollos tecnológicos industriales comienzan a generar en la vida cotidiana. Esta situación se vio potenciada por la pandemia del covid, que marcó el tempo de utilización masiva de estos dispositivos tecnológicos a partir de las condiciones de aislamiento masivo. Ciertos usos de la IA se impusieron, otros debieron comenzar a utilizarse por fuerza mayor y otros por conveniencia y oportunidades de negocios. A los malestares y complejidades antes descritos se suman también abundantes preguntas en el campo de las regulaciones.
¿Es posible que sólo la sanción de una ley nacional pueda aportar soluciones sobre estos fenómenos? ¿Y si fueran necesarias varias leyes (con múltiples actualizaciones)? En caso afirmativo, ¿cuántas leyes y reformas serían necesarias? Entre otros sectores críticos y urgentes, qué ocurriría con las regulaciones sobre los “sistemas autónomos” (por ejemplo, automóviles, transportes, armas, drones, humanoides), qué ocurriría con la autodeterminación informativa (frente a los problemas suscitados por el uso de IA para microsegmentar las poblaciones y enviar propaganda/publicidad), los derechos intelectuales sobre las IA (patentes, derecho de autor, secretos, regímenes especiales) o los desafíos que conllevan las incorporaciones de las IA en las administraciones públicas (a nivel nacional, provincial o municipal).