Por David Bueno
La memoria es la capacidad que tenemos de retener el pasado en la consciencia y reproducirlo mentalmente. Sólo recordaremos una pequeña fracción de todas las experiencias que vivimos, y a menudo tenemos la sensación de que recordamos mejor las negativas que las positivas.
¿Por qué tendemos a recordar mejor los aspectos negativos que los positivos? ¿Y de qué manera lo gestiona el cerebro? La investigadora Magdalena Senderecka y sus colaboradores de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, en Polonia, y de la Universidad Humboldt de Berlín, en Alemania, han publicado un estudio en la revista Frontiers in Human Neuroscience que contribuye a entender la importancia de las emociones en la memoria, especialmente la influencia de las emociones negativas.
Arquitectura de la memoria
La memoria es una función neurocognitiva que permite registrar, codificar, consolidar, almacenar, recuperar y evocar la información previamente almacenada. Se sustenta en las sinapsis neuronales, es decir, en las conexiones que establecen las neuronas del cerebro entre sí. Cada recuerdo o cada memoria, tanto si somos conscientes de ello como si forma parte del preconsciente, e independientemente de que sean conceptuales, actitudinales o aptitudinales, se almacena en unas conexiones determinadas. Cuando evocamos o utilizamos los recuerdos, las redes neurales que las almacenan reproducen su patrón de actividad.
Estas conexiones se forman por muchos lugares diferentes del cerebro y se gestionan desde una zona muy concreta, llamada hipocampo. Se pueden establecer dos grandes modalidades de memoria según el tiempo transcurrido desde el almacenamiento: memoria a corto plazo y a largo plazo. En este sentido, se sabe que las experiencias con contenido emocional se almacenan de manera mucho más permanente que las que no lo tienen, que se olvidan rápidamente.
En este estudio los investigadores dieron a los voluntarios que participaban listas con palabras. De ellas, 27 tenían connotaciones emocionales negativas, como por ejemplo, muerte, castigo y rabia. Otras 27 tenían connotaciones positivas, como amor, promoción y milagro. Y también 27 que eran neutras, como documento, producto y función. Después de hacerles leer las palabras, y sin que se les hubiera informado antes, se pidió que recordasen todas las palabras posibles, al tiempo que se registraba la actividad cerebral.
En todos los casos los participantes recordaron mejor las palabras con carga emocional y destacaron las negativas. El registro de la actividad cerebral reveló que el recuerdo de las palabras emocionales negativas activa mucho más la llamada corteza cingular anterior dorsal, que está implicada en funciones cognitivas racionales, como la inhibición, la anticipación de las recompensas, la toma de decisiones, la empatía, la gestión emocional y la monitorización de conflictos. Esto hace que una de sus funciones primordiales sea planificar las respuestas con el objetivo de reducir los errores futuros a partir de las experiencias pasadas. También se activaba más el giro frontal medial, encargado del razonamiento deductivo y de atribuir intenciones a otras personas.
La mala experiencia es un grado
Dicho de otra manera, los estados emocionales negativos son los que inciden más en la llamada memoria incidental, que consiste en el efecto facilitador que ejercen las experiencias vividas en la detección y la identificación de estímulos posteriores. Nos condicionan mucho más las experiencias negativas que las positivas, y en conjunto las vivencias emocionales mucho más que las neutras.
La explicación que se da a este hecho es que, desde la perspectiva adaptativa, es decir, para favorecer la supervivencia del individuo, las emociones negativas suponen un riesgo mucho más elevado porque van asociadas a situaciones de peligro físico o social. Por este motivo, para disminuir la probabilidad de cometer errores futuros, condicionan mucho más los comportamientos posteriores.
La suma del recuerdo y la creatividad
Otro aspecto interesante de este estudio, que los autores no exponen de manera explícita pero que se deduce del resultado, es el motivo por el que las experiencias negativas tienen tanta influencia sobre el futuro que imaginamos y, por tanto, sobre la manera en que nos preparamos para lograrlo.
¿Cómo es que hay personas que ven el futuro de manera pesimista? Hace unos años se demostró que los circuitos neuronales que permiten imaginar el futuro y plantear otros alternativos se sustentan en las redes neurales de la memoria, combinadas con las del pensamiento creativo.
Imaginar el futuro vendría a ser como recordar el pasado de manera creativa. Si las experiencias negativas se recuerdan mejor y permiten evitar errores cognitivos, es lógico que la proyección creativa que hacemos hacia el futuro a menudo pueda tener un carácter pesimista.