Ariel Vercelli
El 16 de mayo, Google anunció que, a partir de diciembre de 2023, eliminará las cuentas personales que no hayan estado activas durante más de dos años. Por tanto, fotos, correos electrónicos y documentos adjuntos que pertenecen a cuentas inactivas serán eliminados como parte de esta política. Las cuentas con videos de YouTube no se eliminarán, aclaró más tarde la empresa, después de que se señalara que la política podría llevar a la destrucción de videoclips históricamente significativos. Otros detalles siguen sin estar claros, como si Google hará excepciones para las cuentas que estén inactivas como resultado de problemas legales en curso, o porque pertenezcan a personas encarceladas o incapacitadas médicamente.
La empresa afirma que la nueva política es una medida para aumentar la seguridad, ya que las cuentas antiguas son más vulnerables a los piratas informáticos.
Este anuncio sigue a otro similar por parte de Twitter. La semana pasada, esta red social se anticipó que se dispone a eliminar las cuentas que hayan estado inactivas durante varios años. Esto provocó un gran revuelo entre quienes no quieren que se eliminen las cuentas de sus seres queridos fallecidos.
Tiempos de cambios
Los cambios políticos nos recuerdan lo frágiles que son nuestras vidas digitales y el poco control que tenemos sobre su conservación. Con el almacenamiento en la nube, hemos desarrollado la expectativa, o la fantasía, de que los datos son infinitos y que nuestros espacios digitales durarán para siempre.
Si Google sigue adelante con esta política, y otras empresas la replican, entonces existe el riesgo de que como sociedad perdamos archivos históricos enteros, junto a importantes recuerdos personales.
Aunque Google alude a motivos de seguridad como la principal razón de su nueva política, los expertos especulan que la carga de los costos de mantener toda la información que contienen esas cuentas sin actividad también ha contribuido a su decisión.
Aunque los costos de almacenamiento de datos por unidad han disminuido alrededor de un 90% en la última década, cada día necesitamos más unidades de este tipo, ya que la cantidad de datos aumenta exponencialmente. Otras consideraciones son el costo medioambiental de alimentar esas gigantescas computadoras, no sólo por la energía eléctrica que consumen, sino de combustible y agua para enfriarlas. De hecho, Google instaló en 2019 en el condado de Loudon, Virginia (EE.UU.) el primero de sus dos centros de datos de su Nube (Google Cloud), en los que lleva invertidos más de 1.800 millones de dólares, según su CEO Sundar Pichai. El lugar elegido fue una antigua hilandería junto a un río, pues la moderna infraestructura requiere millones de metros cúbicos de agua para su refrigeración.
Una historia en movimiento
Todos los datos de la Nube son registros del comportamiento humano. Las cuentas inactivas pueden contener miles de fotos y videos familiares, correspondencia personal, investigaciones inéditas y notas que relatan vidas reales.
Es importante no dar por sentado que las empresas tecnológicas almacenarán nuestros datos a perpetuidad, y empecemos a archivar nuestra vida digital nosotros mismos. Es probable que en los próximos años, o tal vez meses, veamos a más empresas aplicar políticas similares, del tipo: “lo usás o lo perdés”.
Es probable también que los usuarios individuales tengan que responsabilizarse más de sus propios datos, no sólo ahora, sino incluso después de su muerte. Esto plantea retos para quienes quieran transmitir sus posesiones digitales a las futuras generaciones. Hay familias e instituciones que atesoran una riquísima herencia digital. Miles y miles de documentos, películas, fotografías y cartas que no han sido descargadas y permanecen en la Nube (en manos de Google y de otras compañías similares), deberían guardarse en otro formato y soporte por cualquier contingencia o cambio de política de la empresa.
Pero esos archivos demandarán espacio y horas hombre incalculables para procesarlas. Sin contar con el concurso de profesionales (informáticos, bibliotecarios, etc.), para organizarlos. Las grandes compañías tecnológicas saben que tienen en su guarda un valioso arcevo, cuyos titulares o sucesores alguna vez, eventualmente, tendrán que pagar para que no se pierdan en las brumas de su Nube de bites.
Ya hay señales que van en ese sentido. Google ofrece una herramienta, por ahora gratuita, que permite a los usuarios especificar qué ocurre con su cuenta tras dos años de inactividad, incluida la opción de enviar archivos a otras personas.
Para algunos, donde hay una necesidad no hay un derecho, sino un negocio. Las grandes empresas tecnológicas quieren dejar de guardar para pasar administrar el legado de datos de las personas.