Andrés Asiain
A pesar de que algunos economistas plantean que la situación que vive hoy la Argentina se parece a 2004, la actual recuperación tiene escasas chances de consolidarse.
Las disputas por la distribución del ingreso se tensaron luego de que la reactivación pospandemia fuera acompañada de una aceleración inflacionaria que impidió la recuperación de los salarios.
Esa desigual distribución de los frutos de la reactivación se profundizó cuando la guerra en Ucrania disparó los precios de las materias primas y la energía, incrementando las ganancias de los agroexportadores, pero, al mismo tiempo, encareciendo el precio interno de los alimentos. Este problema tensó aún más la interna en el Frente de Todos y generó que parte de la dirigencia sindical se acercara a las posiciones políticas más combativas, dirigiendo sus dardos hacia el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Tomar posición
Algunos referentes intelectuales del FTD asimilan esta situación al debate entre Hugo Moyano y Roberto Lavagna del año 2004. La discusión entre el ex ministro de economía de Néstor Kirchner y el líder sindical de Camioneros se centraba en torno de la pauta salarial que acompañaría una economía que crecía en forma acelerada luego de la catástrofe que significó crisis de la convertibilidad.
Kirchner tomó posición a favor de los trabajadores y favoreció una mejora en el salario real por encima del incremento de la productividad, de manera que las mayorías trabajadoras recibieran su parte del crecimiento. Esa definición fue acompañada de la salida de Lavagna del ministerio de Economía y marcó la tendencia de una década a favor de una distribución del ingreso más progresiva.
Pero las similitudes con la situación actual tienen sus límites, especialmente por la perspectiva de evolución de la economía en los próximos años.
En 2004, la economía del país comenzaba un sendero de crecimiento sin precedentes, apoyada en la acumulación de reservas gracias a un fuerte superávit comercial, sin pagos de una deuda que estaba defaulteada y con una estabilidad cambiaria y de precios que reducía el monto de la fuga de capitales.
En la actualidad, no se logró traducir en mayores reservas los fuertes superávits comerciales de los últimos años que se fugaron vía pago anticipado de deudas externas privadas, operaciones comerciales ficticias o presiones en el paralelo.
Mientras tanto, el cumplimiento de los pagos de la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional y la propia vigencia del acuerdo aprobado por su staff y el gobierno nacional, están condicionados a recibir las cuotas de un préstamo vía preaprobación de las metas con el FMI, manteniendo una incertidumbre cambiaria en un contexto de una inflación elevada que se está acelerando.
Vaciar el tanque
Así las cosas, la actual reactivación pospandemia tiene escasas chances de consolidarse como el comienzo de una etapa de crecimiento. Más bien va en camino a chocarse con la escasez de dólares que caracteriza a las crisis económicas argentinas.
La perspectiva de llegar al año próximo con una economía sin nafta para crecer, con las manos del Estado atadas por las metas de déficit y emisión comprometidas con el FMI y una previsible aceleración de la fuga de capitales típica de un año electoral pero potenciada por la incertidumbre sobre el incumplimiento de las metas del acuerdo, no luce nada esperanzadora. Esta situación preocupante explica la tensión que se hace cada día más evidente en la alianza gobernante.
En este sentido, las internas en el FTD no serían tan sólo por cómo se distribuye el ingreso tras la reactivación, sino también por la falta de horizonte del actual programa económico.