Por Antonio Regalado
La devastación humana del conflicto entre Israel y Gaza ha provocado tensiones y conflictos en la comunidad científica. Algunas de las carreras de los biólogos académicos ya se han visto perjudicadas por las reacciones a sus declaraciones en internet. Las reacciones a la guerra también plantean cuestiones sobre la libertad de expresión y de pensamiento, cuestiones fundamentales para la ciencia.
El 7 de octubre, Hamás ―organización al mando de la Franja de Gaza y designada grupo terrorista por EE.UU.― lanzó un ataque sorpresa contra Israel, en el que murieron más de 1.400 personas y se tomaron rehenes. Israel ha respondido con una campaña de ataques aéreos contra Gaza que está aumentando el número de víctimas rápidamente, con miles de personas fallecidas más, según se desprende de las noticias.
Para ser un país de menos de 10 millones de habitantes, Israel desempeña un papel de primer orden en la ciencia y la medicina. Es un país de las startups de biotecnología, el país donde se probaron las vacunas contra el covid-19 por primera vez a gran escala y el hogar de muchos biólogos destacados, entre ellos Jacob Hanna, un experto en células madre cuyo trabajo está en la vanguardia de ese campo en el mundo.
Hanna es ciudadano israelí y profesor en el Instituto Weizmann de Ciencias de Rehovot (Israel), financiado por el Estado. Sin embargo, también es un palestino de origen cristiano cuyo perfil en las redes sociales tiene una imagen con los mensajes «F*ck the Occupation» y «Árabes y judíos se niegan a ser enemigos».
Un día después del ataque, Hanna publicó un comentario: «La barbarie tiene muchas formas. La ocupación y el asedio de 18 años también es una de ellas», en referencia al confinamiento de los palestinos en Gaza.
Después de este comentario, Hanna se vio inmediatamente sometido a un severo escrutinio de otros científicos, incluidos algunos de su universidad. ¿Por qué no condenaba ante todo a Hamás? Los investigadores se preguntaron si debía mantener su financiación, y Jonathan Kipnis, inmunólogo de la Universidad Washington de San Luis (EE.UU.), sugirió que Hanna debía abandonar Israel si no le gustaba. «Quizá debería mudarse a Gaza y ser el mejor científico de allí y apoyar a sus hermanos», escribió Kipnis.
Contra toda la violencia
Para Hanna, las respuestas fueron «racistas y condescendientes», y no ha cambiado de opinión. (Está en contra de toda violencia y califica a Hamás como una «terrible organización violenta y terrorista»). Pero tampoco quiere señalar solo a Hamás. Según él, hacerlo sería jugar a lo que llama «los juegos de la condena» con gente que no está dispuesta a denunciar las acciones pasadas de Israel contra los palestinos.
Sin embargo, la campaña de presión ha funcionado. Hanna borró su post sobre la barbarie y otros tuits. «Los posts no pretendían provocar peleas. Estaba aireando mis pensamientos y mi frustración», comentó. Hacerlo se ha vuelto arriesgado. Algunas universidades israelíes han afirmado que mostrarán «tolerancia cero» con cualquiera que exprese «apoyo al terrorismo», y hay informes de estudiantes árabes israelíes que han sido sancionados por publicaciones en las redes sociales.
Esto no significa que los científicos nunca tomen partido en los conflictos políticos. En la reunión anual de la Sociedad Europea de Terapia Génica y Celular, que se celebró la semana pasada en Bruselas, este organismo no aceptaba asistentes cuya entrada estaba pagada por instituciones de Rusia o Bielorrusia, alegando la invasión rusa de Ucrania. El argumento era que Rusia invadió otro país y ha matado a civiles.
¿Cuáles son las consecuencias para la ciencia? Una de sus primeras víctimas podría ser el biólogo de la mosca de la fruta Michael Eisen destacado científico y, hasta la semana pasada, editor de la influyente revista eLife.
Eisen publicó un artículo satírico en X (ex twitter) que decía: “Critican a gazatíes moribundos por no usar sus últimas palabras para condenar a Hamás”.
En respuesta, eLife, respaldado por el Instituto Médico Howard Hughes, lo despidió.
La situación en eLife, que depende de científicos universitarios como editores, ha provocado una oleada de dimisiones, tanto entre los partidarios de Eisen como entre quienes pensaban que sus comentarios equivalían a intimidar a los israelíes.
Lamentablemente, es probable que esta guerra esté aún en sus primeros días. La semana pasada se reveló que Israel había enviado tanques a la Franja de Gaza, y una invasión terrestre parece inminente. A medida que aumente la violencia, también lo harán las consecuencias.