Por Roberto Elisalde (*)
El 27 de noviembre se conmemora el Día de la Educación de Jóvenes y Adultos/as (EDJA). En esta fecha de 1973, durante la tercera presidencia peronista, fue creada la Dirección de Educación de Adultos (Decreto 4626/73). Constituyó una política educativa pública y popular que permitió otorgarle autonomía, ya que hasta esa fecha dependía de las escuelas primarias.
Desde los años ’50 hasta los ’70 se van a profundizar los debates y la pugna de concepciones sobre la formación de jóvenes y adultos. Luego del derrocamiento del peronismo (1955) la gestión estatal estuvo signada por políticas desarrollistas-empresariales, promovidas por organismos internacionales para Latinoamérica (OEA, FMI, Banco Mundial).
Esta concepción coincidió, en los años 60 y 70, con el proceso de proscripción de las mayorías populares y la irrupción de gobiernos militares. Desde otro posicionamiento, y como resistencia a las dictaduras de la etapa, crecía en clave emancipatoria, la educación popular freiriana de jóvenes y adultos.
Perspectiva popular
A partir de 1973, y luego del retorno democrático en Argentina, se asumió una perspectiva popular para la educación de jóvenes y adultos, enfatizando una formación solidaria y comprometida de docentes y estudiantes. En este contexto nace la Dirección de Adultos, siendo numerosos los logros en este campo, como la actualización de los Centros de educación del nivel secundario (Cens) conveniados con sindicatos y la Campaña de alfabetización (Crear). A los pocos años, la dictadura cívico-militar (1976-83), intervino la Dirección a través de desapariciones forzadas, cesantías de docentes, y persecuciones a estudiantes y educadores populares.
Luego del retorno democrático (1983) y durante la década de los ’90, la reforma educativa de inspiración neoliberal trajo como consecuencia el deterioro institucional y la pérdida de identidad, «escolarizando la educación de jóvenes y adultos secundaria» (Finnegan, 2016). Este proceso tuvo una fuerte resistencia por parte de los docentes y sus gremios (Ctera).
Ya el marco de la crisis del 2001, la retracción del Estado y deterioro de la EDJA generó la reacción de numerosos movimientos sociales. Empresas recuperadas, organizaciones sociales y equipos de educadores de universidades públicas, asumieron la creación de «Bachilleratos populares para jóvenes y adultos», con la finalidad de que la población «expulsada de las escuelas» retomara sus estudios desde la perspectiva de la educación popular, señalando como objetivo «la formación de sujetos críticos y comprometidos con la realidad de sus comunidades» (Moñino, 2020).
Fue durante este período que se sancionó la Ley Nacional de Educación (26.206/06). En sus consideraciones destacaba la «educación permanente de jóvenes y adultos como responsabilidad del sistema educativo», y enfatizaba que ésta debía asumir un criterio de «formación integral». En esta dirección hacia el 2008/10 se implementó un «Plan Nacional de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios» (Fines), con modalidad semipresencial, lo que permite a quienes tienen materias pendientes poder estudiar y rendirlas acompañados de docentes tutores. El Plan Fines es de alcance nacional, funciona en todas las jurisdicciones y cuenta con la articulación de numerosas organizaciones territoriales y sedes, como organismos públicos, sindicatos, empresas, fundaciones y asociaciones civiles, entre otras.
Entre desafíos y conquistas
Hoy, a 50 años de la creación de la Dirección de Adultos, los Cens conveniados, los Bachilleratos Populares y el Fines, organizados en momentos y con alcances diferentes, constituyen parte de un amplio y heterogéneo abanico de propuestas de formación. Entre desafíos, conquistas y tareas pendientes se destacan, mayoritariamente, las metas de la educación pública y popular, basadas en «históricas tradiciones cooperativas y solidarias de la EDJA de cuño freiriano» que aspiran lograr una formación integral para el trabajo y la educación superior (Ampudia, 2015). Sin duda que es mucho lo que aún queda por hacer, y así lo debaten, construyen y lo hacen saber sus protagonistas de manera cotidiana y permanente.
Para terminar, un recuerdo histórico: Paulo Freire en 1989 fue Secretario de Educación de San Pablo, desde su gestión cuestionó el modelo neoliberal de instrucción de la escuela empresarial y meritocrática. Por eso invitaba a construir una escuela pública y popular: «que sea tanto un lugar de elaboración y construcción del conocimiento, como también de organización política-formativa de las clases populares, basadas en la solidaridad de clase y que incentive la participación del pueblo en la creación del saber… y sea instrumento de lucha y participación…»(Freire, Documentos SP, 1989)
(*) Profesor e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Dr. en Historia (UNLP), posdoctorado en Educación e integrante de la Red de Investigadores y Organizaciones Sociales de América Latina.