Yo digo… La continuidad necesaria

Por Carlos Heller

A partir del Programa de Incremento Exportador se consiguió una gran dosis de alivio, aunque era previsible que no cesaran los intentos de ciertos sectores para tratar de incidir negativamente en las expectativas y en el humor social.
En cuanto el ministro de Economía, Sergio Massa, acababa de anunciar los resultados del Programa y, sin que mediara tiempo para el análisis, un economista con mucha llegada en los mercados ya le decía a un grupo de periodistas que la “expectativa de salto devaluatorio” no estaba abatida, una idea que se repetiría luego en los grandes medios.
¿Pero acaso durante todo julio y agosto no se presentaba como problema que no había supuestamente reservas? Si nos guiáramos por lo que se decía en su momento, hoy deberían afirmar que se va despejando el horizonte y que los riesgos de una devaluación están en realidad neutralizados, dado que precisamente se logró fortalecer las reservas.
En el acumulado de septiembre, el BCRA realizó compras netas de divisas por casi U$S5.000 millones. Si bien una parte de los mismos se utilizó para pagarle al FMI, a partir de la aprobación ingresarán unos U$S3.800 millones. Además, en unos días se recibirán los créditos que aún no se liquidaron del BID, del Banco Mundial y de la Corporación Andina de Fomento.

Crecimiento del empleo
Nos encontramos ante una situación más robusta desde el punto de vista del frente externo, aunque hay que seguir fortaleciendo la acumulación de divisas, uno de los pilares a los que apuntan las políticas que figuran en el proyecto de ley de Presupuesto 2023. En esa sintonía el Gobierno sigue anunciando medidas para monitorear las importaciones y para que los dólares no se utilicen para la compra de productos suntuarios, que no son imprescindibles, u otros que también se producen en la Argentina, lo cual favorece la generación de empleo local.
De cara a lo que viene, en materia de importaciones de energía (que fueron un componente clave al cual se destinaron divisas este año) en 2023 habrá mayores niveles de autoabastecimiento.
Argentina está en condiciones de ser uno de los pocos países a nivel global que este año termine creciendo por encima de lo previsto, mientras que en casi todas las demás partes del mundo se han revisado a la baja las proyecciones. En el último informe del Banco Mundial se señala que nuestro país crecerá este año un 4,2% y en 2023 un 2%. Además, en materia laboral, en promedio, la región ya se recuperó de las severas pérdidas de empleo que se registraron durante la pandemia y algunos países, según el Banco Mundial “incluidos México y Argentina, se recuperaron rápido e incluso llegaron a ampliar sus niveles de empleo más allá de las cifras prepandémicas”.
El gobierno sigue ratificando que busca proteger el nivel de actividad y que no está en sus planes devaluar. Cuanto más se despeje el escenario cambiario, más difícil será para ciertos sectores seguir apostando a que “todo va a estar mal”.

Los desafíos de la alternancia
Hay un fenómeno paradójico que se da en la actualidad, en Argentina y en el mundo, y es que hay grandes sectores de la población que terminan eligiendo opciones de derecha en función de la “bronca” que acumulan. Pero al ejercer tal opción terminan desconociendo lo esencial: que las condiciones de vida del presente están vinculadas a toda una serie de cambios estructurales y condicionamientos que fueron gestados por las políticas neoliberales previas.
En este marco, en la región y en el mundo proliferan las situaciones de alternancia porque la gente va a votar contra el que está gobernando. El problema es que con el cambio viene una fuerza que trata de consolidar un modelo y luego viene una gestión opositora que destruye todo y hace lo contrario. Todos sabemos lo que cuesta construir un proyecto de bases sólidas para los gobiernos de signo popular, dadas las resistencias de los intereses concentrados y los escollos estructurales que los gobiernos neoliberales van dejando tras su paso (un ejemplo claro es el préstamo que tomó el gobierno de Mauricio Macri con el FMI en 2018).
En nuestro caso la alternancia impediría que se consoliden los cambios progresivos y los beneficios que estos traen aparejados, medidos en términos de las necesidades de los sectores populares. Como ejemplo, los 12 años de gobiernos previos a la llegada de Juntos por el Cambio generaron beneficios concretos para la población: hubo continuidad y esto permitió avanzar mucho más.