Luis Britto García
En represalia, dos naves de guerra españolas al mando de Manuel Rivero Pardal desembarcan en la costa norte de Jamaica, toman prisioneros e incendian algunas casas. El 2 de julio de 1670 el gobernador Modyford reúne su Consejo, y libra a Morgan una comisión para la defensa de la isla y para «desembarcar y atacar Santiago o cualquier otro sitio donde haya aprovisionamientos para la guerra o reunión de sus fuerzas». Morgan se hace a la mar el 14 de agosto, y durante los tres meses siguientes arrasa la costa cubana y tierra firme, para reunir provisiones e información. El 4 de noviembre, se apodera en el puerto de Santa Marta de dos fragatas cargadas de provisiones para Maracaibo: una de ellas es la «Gallardina», que participó en el ataque contra Jamaica. La comanda Manuel Rivero Pardal; este es herido en el cuello, y muere en combate. Luego, el galés pone proa hacia Río de Hacha, la saquea y regresa a isla de Vaca. En septiembre, los capitanes Prince, Harrison y Ludbury remontan el río San Juan de Nicaragua y saquean Granada. Actúan sin comisión de Modyford, pero éste, sabiendo lo que valen sus propias patentes «no considera prudente insistir en tal circunstancia» y les ordena unirse a Morgan en sus depredaciones“ (Exmelín: op. cit. p. 353).
De isla de Vaca parten todos juntos para el asalto a Panamá, uno de los más grandes golpes del filibusterismo caribeño: el botín alcanza a 443.200 libras. Esta vez Morgan se supera a sí mismo. Muchos piratas recuerdan haber aportado al fondo común del botín cosas de valor que luego no aparecen en el reparto, porque según narra el estafado cirujano Exmelin, «Morgan y su camarilla habían retenido la mejor parte». Los descontentos hablan de apoderarse del almirante y de sus bienes; Morgan corta las discusiones dándose sigilosamente a la fuga con cuatro barcos «cuyos capitanes, sus cómplices, han participado en el insigne robo hecho a sus camaradas». Exmelin intenta seguirlo en un barco sin víveres que hace agua; se ve forzado a pasar una incómoda temporada con los indígenas de Chagres, y mientras lucha por sobrevivir tanto él como sus compañeros se amargan con la idea de que «quizá Morgan descansa en Jamaica, rico, dichoso y de lo más contento entre los brazos de una bella joven». (Exmelin: op. cit. pp. 171-202).
Irónicamente, mientras los filibusteros pillan el istmo, el embajador inglés sir William Godolphin suscribe en Madrid el 18 de julio de 1670 un tratado «para calmar las diferencias, restringir las depredaciones y establecer la paz» en América. En él se reconoce al monarca inglés la soberanía sobre todas las islas y colonias en posesión de los británicos, así como el auxilio y hospitalidad para las naves británicas en peligro en los puertos españoles. Las noticias de Panamá crean en España una conmoción nacional (*). (Exmelin: op. cit. p. 355). Las autoridades inglesas se ven obligadas a deponer a Modyford y seguirle juicio conjuntamente con su protegido Morgan. Este sale para Inglaterra el 6 de abril de 1672, prisionero en una fragata que lleva el premonitorio nombre de «Welcome».
El inocente gentilhombre
De acuerdo a la invariable jurisprudencia anglosajona, la justicia reprime al pirata arruinado y sonríe al enriquecido. No es de pobreza de lo que se puede acusar a Morgan; el aventurero entra al tribunal como pirata y sale como héroe nacional. El filibustero deviene favorito en la disoluta corte de Carlos II. Convencido de que el dinero puede lavar la culpa, Morgan le encomienda también la tarea de rectificar la Historia. Y la Historia es su antiguo camarada Alexander Exmelin, quien se empeña en ser cirujano verdadero, se convierte al catolicismo para poder seguir sus estudios y publica en Amsterdam en 1678 con el editor Jan Ten Hoorn su diario de a bordo, De Americaensche Zee Rovers que desde entonces se difunde en numerosas ediciones en todas las lenguas europeas.
Morgan emprende una rencorosa persecución judicial contra su cómplice y médico, hace prohibir su libro, demanda a los editores. Y en el proceso contra el impresor londinense Thomas Mathus, logra lo que los teólogos niegan incluso a Dios: corregir el pasado. Ante todo, sustituye su oscuro origen por una luminosa genealogía, pues la justicia británica obliga al editor a declarar que Morgan «fue hijo de un gentilhombre de Buena Calidad, del Condado de Monmouth, y no fue sirviente de nadie en su vida, salvo de su Majestad, el extinto Rey de Inglaterra, salvo por comisión del gobernador de esas partes». Se obliga también a hacer constar que esta familia fabricada en una sentencia «siempre sostuvo debida y natural alianza al Rey, por mar y en tierra de buena fama, y que contra todos los medios, hechos, piraterías, etc., tuvo el mayor aborrecimiento y disgusto, y que en las Indias Occidentales hay tales ladrones y piratas llamados bucaneros que subsisten por la piratería, depredación y el mal sin autoridad legal, y que a tales gentes Morgan siempre les ha tenido y tiene odio». Y así la justicia ciega, cuyo juez nunca pisó América, obliga al editor del testigo presencial Exmelin a desmentir toda la carrera de Morgan.
Morgan está tranquilo al fin. La piratería ha procurado el oro, el oro ha comprado al juez y el juez ha domeñado la Historia.