Yo digo… Guerra y petróleo

Por Luis Britto García

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Las guerras se pelean con petróleo y por petróleo. Terminó en la nada el cuento de camino de la Cumbre de Glasgow con sus promesas de cero emisiones de CO2 –vale decir, cero hidrocarburos– para 2050. Vivimos una guerra promovida para evitar que Rusia venda a Europa el petróleo, el carbón, el gas natural y los fertilizantes que ésta necesita para sobrevivir, y convertir así a los europeos en clientela forzada de los carísimos, lejanos y cada vez más escasos hidrocarburos de fracking de Estados Unidos, o los de una OPEP que cobra en petrodólares. Instrumento esencial del conflicto es un bloqueo. El “bloqueador”, Estados Unidos es el segundo importador mundial de un petróleo ruso que no tiene cómo sustituir. Rusia puede congelar 478.000 millones de dólares de su deuda externa depositando su equivalente en rublos en sus propios bancos. Puede movilizar sus finanzas mediante los sistemas Mir y Union Pay de China, desplazando a Visa y Mastercard, provocando una desdolarización de facto.

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Sin que Venezuela realizara ninguna acción hostil, Estados Unidos y sus cómplices la han atacado en todas las formas posibles, incluyendo todas las variedades de bloqueo que esgrimen contra Rusia y amenaza aplicar a China. Ahora, por iniciativa de su parte, reabren la comunicación. No hay informes completos sobre los propósitos de la misión de Washington que se reunió el 5 de marzo con Nicolás Maduro, pero su presencia misma lo dice todo. Acude ante el Presidente legítimamente electo, no ante el fantoche votado por nadie. No puede haber más patente reconocimiento de cuál es el gobierno verdadero.

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A la hora de negociar, Venezuela debe tener en cuenta la volatilidad de los acuerdos con las grandes potencias. En virtud de entendimientos con Estados Unidos emprendió Sadam Hussein una ruinosa guerra de nueve años contra Irán y una ofensiva relámpago contra Kuwait; para terminar invadido y ejecutado. Muhammar Kadafi pagó indemnizaciones sentenciadas por tribunales internacionales; aceptó desarmarse y financió con generosos donativos las campañas electorales de Silvio Berlusconi y de Sarkozy, quienes acordaron con falsos pretextos la destrucción y desintegración de Libia por la OTAN, el robo de 250.000 millones de dólares de sus reservas y el linchamiento del Presidente legítimo.

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Venezuela, dueña de la quinta parte de las reservas de hidrocarburos del planeta y de la segunda reserva de oro del mundo, por ninguna circunstancia debería negociar desde posiciones de debilidad o subordinación a cualquiera de los bloques hegemónicos. El capitalismo salvaje busca recursos naturales gratuitos en países que no les cobren impuestos y con mano de obra sin derechos sociales ni laborales.

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Como productora de hidrocarburos, Venezuela ha vivido auges que degeneran en catástrofes. En 1956 la crisis del Canal de Suez elevó los precios del petróleo; el dictador Marcos Pérez Jiménez invirtió los ingresos en corrupción y “política de concreto armado” de grandes obras suntuarias, hasta que la baja de cotizaciones contribuyó a su caída en 1958. El subsiguiente bipartidismo dilapidó el ingreso en corrupción y demagogia, y fue salvado por la campana cuando la restricción de exportaciones de la OPEP impulsó en 1974 nuevo repunte de precios. Carlos Andrés Pérez lo aplicó a pagar dispendiosamente una nacionalización de la industria petrolera que según la ley debía operar gratuitamente en 1983, y sepultó el incremento de tres cuartas partes del ingreso público en un “Fondo de Inversiones de Venezuela”, de donde desapareció gracias a su manejo secreto y discrecional, que naufragó en oleada de privatizaciones

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El auge de precios provocado por la invasión de Irak en 2003 fue aplicado por el bolivarianismo para eliminar el analfabetismo, cumplir con las “Metas del Milenio” y convertir a Venezuela en el país con menor índice de desigualdad social de la América Latina capitalista. Pero no logró la soberanía alimentaria ni el acondicionamiento de Petróleos de Venezuela SA que evitara su acentuado declive en la producción.
Según se cree, el petróleo podría pronto sobrepasar los 300 dólares por barril. Caracas debe por todos los medios evitar el error que disipó todos los ingresos extraordinarios de la crisis de 1974 al colocarlos en un fondo distinto del Presupuesto, secreto y sin control legislativo que arruinó al país por décadas. Debe evitar que la riqueza, propiedad de todos los ciudadanos, sea una vez más desviada delincuencialmente hacia “cuatro o cinco vivos”, como sucede siempre en América Latina. No sólo en Venezuela.