Yo digo… Grandes desafíos por resolver

Por Carlos Heller

En los últimos años la Argentina ha estado sometida a tres fuertes impactos, que se superponen y moldean la realidad que nos toca vivir. Uno proviene de la herencia de la gestión macrista; otro de la pandemia de Covid 19; y ahora estamos frente a los efectos de una guerra que está generando dramas en diversos planos. Si algo está claro es que el Gobierno se encuentra frente al gran desafío de mejorar la situación social de grandes sectores de la ciudadanía en un contexto que no es para nada simple.
Según un reciente informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una combinación letal de conflictos, crisis económica derivada del Covid-19 y cambio climático, ha elevado hasta “193 millones la cantidad de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda en 53 países del mundo durante 2021. Esta cifra representa un incremento de unos 40 millones de personas más sufriendo hambre severa con respecto a 2020. De dichas personas, más de medio millón de personas (570.000l) habían alcanzado la fase más grave de inseguridad alimentaria aguda”, concluye el documento. La fotografía es preocupante y más aún porque no contempla los efectos económicos y sociales de todo lo que está sucediendo este año.
La semana pasada, la FED (el Banco Central estadounidense) incrementó la tasa de interés de referencia para tratar de controlar la inflación, en 50 puntos básicos (pasó del 0,5% al 1,0%), el primer aumento de esta magnitud desde el año 2000. Es de prever que haya nuevas subas y algunos analistas ya hablan de recesión en Estados Unidos para 2023. El Banco Central de Inglaterra realizó un movimiento de tasas en la misma dirección. La suba de la tasa de referencia de los principales bancos centrales siempre tiene un impacto sobre la economía del mundo en general.

Cicatrices profundas
Además, la suba de tasas de la FED suele estar asociada a episodios de “vuelo a la calidad” (las inversiones se refugian en los títulos públicos estadounidenses) y las consiguientes subas de tasas en varios países emergentes, intentando retener esos capitales. En la semana, por caso, el Banco Central de Brasil subió su tasa al 12,75% (+50 puntos básicos).
En el “Informe de Perspectivas de la Economía Mundial” del FMI se estima que “con contadas excepciones, el empleo y el producto se mantendrán por debajo de las tendencias prepandémicas hasta 2026 inclusive”. A lo que agrega: “se prevé que las cicatrices sean mucho mayores en las economías de mercados emergentes y en desarrollo que en las economías avanzadas, dado que las políticas de apoyo son más limitadas y la inmunización es en general más lenta”. Por su parte, la CEPAL redujo recientemente la previsión anterior de crecimiento para 2022 del 2,1% al 1,8%, aunque para Argentina la subió (del 2,2% al 3%), una suba en el pronóstico que también realizó el FMI (del 3% al 4% entre enero y abril). Parece ser que estamos dentro del grupo de las “contadas excepciones”, lo que no es poco.

Más trabajo de calidad
La economía argentina ha venido mostrando una recomposición importante de la actividad, recuperando no sólo los niveles prepandemia, sino que también ya ha regresado a los valores de principios de 2018 en varios sectores. En materia laboral, en el cuarto trimestre de 2021, comparado contra finales de 2019, se redujo el empleo no registrado (113.000 puestos) y subió el empleo registrado (456-000). Estos datos indican que hay más trabajo de calidad, lo cual no quiere decir que sea suficiente, pero lo interesante es la tendencia.
A su vez, durante el primer bimestre de este año, a pesar de los efectos de la ola de Covid presente en enero, la actividad registró un crecimiento del 7,1% con respecto a 2021 y si se compara con el primer bimestre 2020, justo antes de la pandemia sanitaria, también hubo una variación positiva (4,7%). Vale detenerse un segundo y notar que en dicho lapso la industria creció más que la economía en general: un 7%. Además, si se toma un periodo equivalente, pero de la gestión macrista (entre el primer bimestre de 2016 y el primero de 2018), casualmente se observa que la economía creció el mismo porcentaje, 4,7% (pero sin pandemia sanitaria), aunque en esa ocasión la industria registró una variación cercana a cero.
Las diferencias de modelo están a la vista: para que haya crecimiento de la manufactura tiene que haber política industrial, y para que ello ocurra se precisa de un Estado activo y con recursos.