Por Sergio A. Rossi
Ante el triunfo y la copa, se instala -¡tan previsible!- una polémica por la alegría, los festejos, el regreso y los feriados. Oligarcas en viaje privado tras su quincena en Qatar pontifican que un país no se forja con vagancia y sin esfuerzo; gerentes y propagandistas empleados de esos oligarcas, con cara de amargos, derraman babas de ética protestante ante cámaras y micrófonos multiplicados al efecto; y manadas de azonzados repiten creyendo, en algún lugarcito de sus corazones, que así se acercan al lujo y al placer aristocrático, y se alejan de la vulgaridad de los negros.
Vemos opiniones de algunos que no se sabe si son gentes portadoras de una insatisfacción existencial permanente, sostenida y extendida; si son parte -pasiva o activa- de una operación de acción psicológica, imperial u oligárquica, destinada a minar la voluntad nacional del pueblo argentino.
Hay un tópico de la propaganda oligárquica que busca remachar la idea de un país consagrado al pan y circo, a la siesta eterna, al carnaval improductivo. Es ése que dice que nuestra inveterada propensión a la vagancia sumada al predominio político peronista incrementó absurdamente el número de feriados.
La parábola nos habla del perjuicio que se genera en la producción, que no se compensa con el beneficio de un puñado de hoteles, bares y comercios de las zonas turísticas.
Más que destrucción o pérdida de bienes, al reducirse las horas trabajadas en muchas actividades -no tantas ni todas las que dice la vulgata- lo que se produce es una redistribución de la necesidad de empleo, sobre todo en el trabajo en blanco. O necesidad de pagar horas y turnos extra en la producción continua.
Cuando Francia intentó la reducción de la jornada laboral de 8 a 6 horas buscaba un efecto semejante. La dificultad que tuvieron fue cómo controlar y asegurar su vigencia. En este caso es mucho más simple y más fácil.
El feriado puente hace más largo el fin de semana, pero no tanto como para irse a Europa o Miami, con lo que el desplazamiento y el consumo se dan por aquí.
Una característica de la actividad turística es que el paisaje, el atractivo, el objeto de nuestro afán de visita no es fácil de trasladar. Si quiero conocer las cataratas del Iguazú debo llegarme hasta allí, aunque en Singapur la mano de obra sea más barata (1).
Sobrevuelan sobre esta propaganda un prejuicio atávico y otro académico: consumir no es para los negros, que no han nacido para eso; lo bien, lo culto y lo científico es enfriar la economía.
Enfriar la economía se refiere a limitar el consumo de los pobres y de la clase media, pero manteniendo y acrecentando el de los ricos, que muchas veces consumen en el extranjero, cosa que las parábolas oligárquicas no cuentan y que sustrae divisas a la dinámica económica nacional.
Si alguno se toma el trabajo de leer los decretos que los regularon verá que en Argentina las reducciones importantes de feriados se produjeron en tres momentos: 1955, 1966 y 1976.
Consagrado para nuestro escarnio y para hacernos esforzados y obedientes, la vulgata nos brinda otro lugar común: ¿qué pueblos son ejemplo mayor de disciplina, contracción al trabajo, previsión, ahorro y productividad? El alemán, inspirador de la ética protestante; el japonés, sufrido por los males de la guerra; el chino, que aprendió en hambrunas centenarias.
Antes venían unas agendas para ejecutivos viajeros que traían todos los feriados del mundo, para que el usuario vip no llegara a París para cerrar un contrato justo el 14 de Julio. Ahora se puede consultar en internet. ¿Cuántos feriados hay en otros países?
No somos una rara avis. Antes de los gobiernos kirchneristas teníamos feriados más o menos como Uruguay y Chile. Tras la orgía populista que estableció los feriados puente logramos estar a la par de Alemania y Japón. Seguimos por debajo de China.
(1) Es cierto que los ingleses se robaron buena parte de la acrópolis, pero nadie dejará de viajar a Atenas porque ya visitó el Museo Británico. Es cierto también que existe la réplica y la imitación, pero no es lo mismo ir hasta el monumento a Güemes en el Parque 3 de Febrero que visitar Humahuaca, ni alojarse en esos hoteles con góndolas de Las Vegas anula el encanto de perderse en Venecia. En nuestro país, cuya población y cuya riqueza está distribuida de manera tan poco homogénea, esa inercia a la deslocalización del atractivo acentúa las ventajas del turismo.