Juan Carlos Meillard (*)
El 19 de marzo del 2020 dábamos comienzo a una de las etapas más oscuras para la producción cultural de las últimas décadas: el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Un confinamiento que obligó a la sociedad argentina a encerrarse frente a una muy dura pandemia. El gobierno tuvo una respuesta bastante autoritaria frente a la Pandemia porque no supo de qué otra manera actuar; y al encierro no supo gestionarlo con inteligencia, grandeza, honestidad, humanidad, ni empatía, y mientras las fiestas en la quinta de Olivos y los vacunados VIP hacían perder credibilidad al gobierno: uno de los sectores más golpeados en términos que trasciendan a los de la salud sin dudas fue el de las industrias culturales.
No existe, ni existió en nuestra provincia, verdadero interés ni trazados gubernamental serios o exitosos en el área. ¿Quién apaña e incentiva al artista entrerriano en un contexto de industrialización y comercialización que cambia de manera constante y a cada vez mayor velocidad? No solo hay falta de ideas y gestión: las que existen, programas que desde la normativa podrían resultar muy atractivos, tienen una aplicabilidad estrecha y poco efectiva territorialmente, y en efecto: no inciden en términos relevantes en la gestación, administración, producción, industrialización, ni comercialización de los productos culturales de la provincia de Entre Ríos. La autogestión comprende casi la totalidad de la industria de las y los artistas: y en su mayoría sin ningún tipo de incentivo del Estado.
Museo de la Ciudad
No hay pandemia que sirva como excusa. Llevamos décadas de abandono cultural en nuestra provincia: deterioros de monumentos y museos, banalización en la administración de las riquezas culturales de Entre Ríos, y abandono total del agente cultural: las y los artistas. En el caso de mi ciudad, Concepción del Uruguay, la «Capital histórica de la provincia», hace más de tres años estamos esperando, entre otras cosas, la apertura del «Museo de la Ciudad», que fue anunciado con bombos y platillos por José Eduardo Lauritto meses antes de las elecciones del año 2019. Hemos perdido en su totalidad grandes proyectos de orquestas escuelas y orquestas y elencos municipales que fomentaban nuestra cultura. Por su parte, seremos una vez más sede del Encuentro Provincial del Teatro, un evento hermoso que reúne a artistas de gran valor de todo nuestro territorio: los recibiremos nuevamente en una ciudad que no tiene teatros. Ninguno.
Resulta una vergüenza y una falta de respeto. Como artista que soy puedo reconocer con facilidad cuando una obra de arte interviene el espacio como parte de una propuesta estética, existiendo así representaciones de las formas más variadas. Pero aquí no se trata de eso, aquí los artistas se acomodan dónde y cómo pueden. He visto obras de extraordinaria producción que se han presentado en condiciones paupérrimas, en espacios sin capacidad de trabajo lumínico con «formato teatro» ni tampoco con un escenario que cuente con tales características. Un teatro no es lo mismo que un auditorio. Un teatro no es lo mismo que un simple salón. Un teatro tiene un formato que permite un trabajo interdisciplinario para el que se estudia muchísimo y del que devienen vestuaristas, escenógrafos, iluminadores, sonidistas, bailarines, músicos, actores, productores y directores de diversas índoles artísticas: en Concepción del Uruguay no nos ha quedado ningún espacio físico que esté funcionando y que nos permita un trabajo así.
Saldar una antigua deuda
Tuvimos el teatro «Rocamora», luego denominado «Eva Perón»: hoy es una iglesia. El «San Martín» se transformó en un cine comercial. El único. El «Teatro Avenida», donde cantó por última vez en el país Carlos Gardel hoy es un supermercado. El majestuoso «Teatro Texier» sirvió para ampliar el casino. Y la última sala que nos quedaba, algo más moderna y humilde, pero un teatro plagado de historias, funcional; con sus fugas, luces, alturas, y con una comunidad que lo intervenía constantemente: lo perdimos en un incendio hace más de cinco años. Si bien se anunciaron múltiples subsidios para su reconstrucción y se habló del cobro de un seguro contra incendios: el teatro de la Casa de la Cultura hace muy poco cumplió 50 años de existencia con sus puertas cerradas. En ese contexto recibiremos al Encuentro Provincial del Teatro. Sin ninguno. Algo que no es regla pero que también se repite en muchísimas ciudades de nuestra provincia. Y resulta que no es solo el teatro: existe un constante abandono de todas las disciplinas, algunas antiguas que comienzan poco a poco a desaparecer sin protección, otras que están surgiendo con una falta total de contención de los gobiernos.
La cultura es acumulativa: el arte la potencia y desarrolla. Los artistas son el ADN de lo que somos, pero también pueden y deben ser agentes de una industria, una industria que los inserte en un mercado regional e internacional que demanda productos culturales. El arte y la cultura no solo pueden hacernos individuos y comunidades más felices y mejores: sino también pueden ser una industria de empleo moderno, dinámico, con capacidad de producción y exportación de talentos que hoy nuestra provincia desperdicia. Los países desarrollados han comprendido la importancia de incentivar estos mercados culturales y de retroalimentarse de ellos puesto que no solo generan desarrollo económico sustentable, turismo, divulgación intracultural, y más y mejor integración de la ciudadanía con su propia cultura y su arte: sino también saldan una muy antigua deuda que tiene la modernización y la industrialización con uno de los ámbitos más postergados y desiguales: el de los artistas y su producción en nuestras sociedades.
(*) Actor, Cantor y Director de Artes Escénicas. Miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista.