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martes, abril 29, 2025

Yo digo… El shock del futuro (que llegó)

Por Federico Pavlovsky

En 1971 el escritor, politólogo (y futurólogo) Alvin Toffler en su texto «El shock del futuro» describió que en relación a la tecnología ocurriría un cambio acelerado, no lineal, de una velocidad incomprensible y en corto tiempo, que no podría explicarse del todo con las referencias conceptuales de la época, a tal punto «que sería negado por personas cultas y refinadas».
En algunos momentos de la vida, sólo las exageraciones parecen ser verdad, ese instante donde estallan en pedazos las fronteras y se produce un súbito impulso hacia adelante.
Toffler señalaba por ese entonces que la irrupción tecnológica generaría no una sociedad cambiada, ni tampoco una sociedad ampliada, sino que generaría una nueva sociedad: una revolución que destruiría instituciones y relaciones de poder.
Estamos atravesados por un cambio no lineal, sino en saltos, giros y retrocesos. Un nuevo escenario, particularmente individual, con circunstancias desconocidas, donde comienzan a dejarse atrás los problemas técnicos y científicos, para dar lugar a la ética y la política como claves de supervivencia.

El ejemplo de Oppenheimer
Para entender cómo piensan los científicos y los desarrolladores de tecnología en particular, tomemos como ejemplo paradigmático al físico Robert Oppenheimer (creador de la bomba atómica), quien luego de haber trabajado frenéticamente por años para crearla, luego de presenciar la primera detonación experimental de la bomba (julio de 1944), dijo algo así como. «¿Que hicimos?, ¡Somos unos hijos de puta ¡».
En los siguientes años Oppenheimer se transformó en un militante del no uso bélico de la energía atómica, a tal nivel, que el FBI lo terminó investigando y acusando de comunista (bien retratado en la película Oppenheimer, 2022). El caso de Oppenheimer nos ilustra de una situación actual: los desarrolladores no se van a detener respecto de la investigación, producción de resultados y lanzamiento de nuevos productos. La máxima advierte que, a mayor desarrollo tecnológico, los productos son más transitorios.

El dilema de las redes
El documental «El dilema de las redes sociales» (2021) o la carta publicada de los principales CEO de las compañías tecnológicas solicitando retrasar el desarrollo de la IA por seis meses (2022) son algunos ejemplos. El cambio a toda velocidad va a continuar y ellos lo saben. Un tipo de inteligencia humana no tiene ninguna chance de competencia con la IA, eso se preanunció desde fines de la década del 60, pero el recuerdo más nítido lo tenemos desde 1996, cuando la computadora Deep Blue le dio una buena paliza al mejor ajedrecista del mundo (Garry Kasparov), marcando una tendencia irreversible, que luego se trasladó a otros juegos de estrategia como el GO.
Los algoritmos se metieron en nuestras vidas, desde el cine a encuentros sexuales, desde los viajes a las preferencias a la hora de scrollear.
En esta nueva sociedad de conexión, inmediatez y superestímulos que nos mantienen atrapados en la nube de datos, surgen posibilidades como desafíos.
Los sentimientos están encontrados. Por un lado, los avances de la IA en medicina, en los campos de genética o medicinas parecen incipientes y al mismo tiempo fascinantes. En otro plano estamos, como en ninguna otra época, narcotizándonos con imágenes, reels, likes, posteos e incluso espirales de ira virtual (que dejan heridas no virtuales).

Adictos online
En adicciones, las sustancias que gatillan con más frecuencia un pedido de ayuda son el alcohol (por lejos la primera), la cocaína y el cada vez más poderoso cannabis (de 2% pasó a 20% en dos décadas). Teniendo en cuenta el contexto, estamos viendo por primera vez, un crecimiento estable de adicciones comportamentales: en particular las apuestas online (con una campaña publicitaria feroz) y el consumo de pornografía, en ambos casos con una edad promedio de 15 a 20 años como pico de prevalencia.
Es posible que se modifique el mapa de las adicciones en los próximos años, así como la necesidad que los tratamientos (ya obsoletos) se redefinan desde cero, lo que quizá no sea una mala noticia.
Hasta acá, el «adicto» era una persona autodestructiva que debía ser corregida y en muchos casos aislada. Pero qué pasa cuando el contexto (con nosotros adentro) ha enloquecido, cuando las mismas herramientas que producen innovación y posibilidades, también nos enferman, cuando los adultos estamos igual de perdidos que nuestros hijos (o más).
Alvin Toffler lo dijo en el siglo pasado. Se vendrá un shock y un momento de perplejidad y confusión para muchos, de nuevos padecimientos, nuevas preguntas y nuevas soluciones.

(*) Médico psiquiatra, legista, magíster en Psicofarmacología y magíster en Drogodependencias.

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