Yo digo… El enigma de lo popular

Por Alfredo Serrano

“Le encanta conceptualizar lo de ‘pueblo’, pero le molesta cuando el pueblo con ojos, nariz y boca se le acerca en una cafetería a pedirle una selfie”. Esta frase, tan lapidaria como provocadora, me la comentó un gran amigo hace varios años acerca de un dirigente político que se jactaba de teorizar de cómo hay que entender, comunicarse y sintonizar con el ‘pueblo’, pero que luego, en su día a día, a la hora de la verdad, le incomodaba tener el más mínimo roce con la gente sencilla que habita las calles de cualquier ciudad. ¡Qué viva el pueblo, pero cuanto más lejos de mí, mejor!
¿Será que interpelamos a la clase popular creyéndonos que se trata de la clase media? ¿Será que abusamos de una visión muy paternalista en base a demasiados prejuicios?



Segunda ola progresista
No hay respuesta única, ni sencilla, para un asunto de dimensiones tan complejas. Asunto que, además, ha de considerar otro eje clave: la episteme local, que determina qué es lo popular, desde lo económico, social o cultural. Debemos considerar otros aspectos determinantes como el clivaje rural/urbano, el género, la juventud, la cuestión regional, etc.
Esta amplia gama de variables nos obliga a enfrentar un dilema de época en el que no caben atajos. Ni mucho menos darle la espalda. O, aún peor, continuar creyendo que la clase popular se activa a través de un software o un simple click sólo por interpelarla como tal. Este desafío para el progresismo es impostergable. Y más si consideramos que la pandemia ha hecho estragos, que el neoliberalismo está en crisis de respuesta y expectativas y que, además, se ha iniciado la segunda ola progresista a nivel regional en este siglo XXI, por lo que todos los focos están puestos sobre los nuevos proyectos políticos que tienen como base, precisamente, la mejora de las clases populares.
¿Y qué es justamente lo que la misma clase popular entiende como mejora para sí? Estoy seguro que si a una mamá de la clase popular le hablamos del riesgo-país, ella nos dirá que lo que le importa es el riesgo-pañal; si a una pareja con bajísimo nivel de ingresos le hablamos de que debe esforzarse para mejorar su situación, seguramente nos mandará a la mierda porque ambos se despiertan a las 5 de la mañana y regresan a casa a las 11 de la noche. Si hacemos referencia a la importancia de la deuda externa nos dirán que lo que les preocupa es el endeudamiento que sufren y que no les deja vivir porque los intima la financiera, el almacén de la esquina u otro prestamista informal.

Metas aspiracionales
El otro tema recurrente es el de la “meta aspiracional” que, si bien es cierto que existe y hay un patrón de imitación de la clase media, también es muy cierto que este horizonte no es inmóvil. Esto es, cambia en función de las condiciones. Cuando una familia no puede ni llegar a mitad de mes, ésta deja de pensar en aquello que pensaba cuando tenía la posibilidad de llegar a fin de mes con relativa holgura. La relación que las clases populares tienen con la política también constituye otro nubarrón indescifrable para buena parte de nosotros. Creer que están preocupados cotidianamente por la “grieta” o por el “lawfare” es una estupidez.
No obstante, esto no significa que las clases populares estén despolitizadas. Aceptar esta premisa es justamente lo que pretende hacernos creer la iglesia neoliberal. Pero nada más lejos de la realidad. La clave está en saber cómo la gente común se politiza, sobre qué temas, por cuál vía, cómo se informan, qué les preocupa. Y también, cómo no, conocer si de verdad se sienten representados por la clase dirigente que quiere defenderlos.

Sorpresas electorales
De vez en cuando, surgen sorpresas electorales inesperadas, aparentemente ilógicas. ¿Por qué un barrio popular le ha dado la espalda a un candidato progresista si es éste el único que seguramente tomará medidas en su favor? La mejor explicación es mirar holísticamente la relación que tenemos con eso que llamamos “lo popular”. Salir de nuestra burbuja es condición sine qua non para seguir pensando acertadamente. Al enigma de lo popular sólo lo podremos afrontar con éxito asumiendo que aún estamos lejos de saber a ciencia cierta cómo piensan, sienten, sufren, en qué condiciones habitan, cómo se divierten, cómo se relacionan con los otros, cómo se entretienen, consumen, votan y cuáles son sus verdaderos sueños.