Yo digo… El “chineo”: violencia sexual, racista y colonial

Por Cecilia Alemany (*)

El “chineo”, es una práctica colonial, machista, racista, discriminatoria y sistemática que consiste en la violación de niñas, mujeres y diversidades indígenas por parte de hombres generalmente blancos, especialmente en el norte de Argentina y en otros lugares de América Latina.
Está enmarcada dentro del etnocidio que sufren los pueblos originarios desde hace cientos de años, que se ha acentuado con el extractivismo y la explotación de los cuerpos y los territorios, propio de los gobiernos neoliberales.
La palabra viene de “chinear”, un término acuñado durante la colonización para referirse a la violencia ejercida contra niñas y mujeres nacidas del mestizaje entre personas blancas e indígenas o negras. Hoy algunos grupos de mujeres y diversidades indígenas de Argentina usan esta palabra como un modo de reivindicar memoria y justicia, y de situar histórica y políticamente este delito que se ha institucionalizado con esta denominación que, en sí misma es discriminatoria, pero a la vez, pone en evidencia su naturaleza racista.
“Chinear” y “ramear” -que significa arrastrar a la fuerza y refiere a la práctica de violaciones grupales a niñas y jóvenes como parte de “ritos de iniciación”- expresan la cara más dramática de la violencia sexual hacia las comunidades indígenas en el norte de nuestro paísn, ya que, en muchos casos, esto implica que tristemente se produzcan embarazos no deseados.

El miedo a denunciar
La continuidad de este abuso de poder refleja que persiste la repudiable concepción de que los cuerpos de las mujeres son apropiables. Aun cuando tenemos avances en materia de reconocimiento de derechos, este abuso sistemático siguió invisibilizando hasta hace poco, cuando un grupo de mujeres wichí denunció colectivamente más de 25 hechos de violencia sexual de los cuales fueron víctimas.
En muchos casos, las mujeres tenemos miedo de denunciar. Para las mujeres indígenas o de los pueblos originarios, este miedo es aún mayor, porque enfrentan más discriminaciones, reciben amenazas y se ven privadas de acceder a sus derechos. Las personas al frente de las instituciones públicas muchas veces no entienden sus lenguas ni su cultura y quienes deben recibir estas denuncias con frecuencia son familiares o allegados de aquellos involucrados en la comisión del delito.
El Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir (Facebook) viene denunciándolo a través de las campañas #BastaDeChineo.
Al finalizar el Tercer Parlamento Plurinacional de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, más de 250 mujeres, lesbianas, trans y no binarias firmaron una declaración en Chicoana (Salta) donde instaron al Estado argentino que asuma un compromiso real y urgente para abolir el “chineo”. Piden también que se lo tipifique como crimen de odio e imprescriptible -al igual que con los de lesa humanidad-, incorporando el agravante racial y étnico implícito en estas violaciones sexuales grupales sistemáticas.

Un cambio legal y sociocultural
Seila Pérez, mujer originaria perteneciente a la nación guaraní e integrante de la Liga Argentina por los DDHH, cuenta que “primero comienza por el acoso”. Las las persiguen con piropos y engaños para ganarse su confianza, las esperan a la salida de la escuela, “por eso muchas madres no se animan a mandar a sus hijas al colegio”.
Romper el silencio es el primer paso para prevenir y detener cualquier forma de violencia de género, garantizar los derechos de las mujeres y niñas indígenas y reparar a las víctimas.
Desde ONU Mujeres, apoyamos los esfuerzos en curso en este sentido, y reiteramos la urgencia de que el “chineo” sea reconocido como una forma de violencia basada en género exacerbada por discriminaciones de origen racista y que se condenen todas las formas de violencia sexual hacia las niñas, mujeres y diversidades indígenas.
Ahora bien, es evidente que el cambio que precisamos no es sólo legal, sino sociocultural. Requiere de los esfuerzos de los tres poderes del Estado, la sociedad civil y los movimientos sociales, el sector privado, y los medios de comunicación. Actualmente, las sociedades pueden, con políticas públicas y marcos normativos, dejar atrás esta cultura de la violación y el racismo. Para ello, reconozcamos el rol de las mujeres y diversidades indígenas como lideresas y ciudadanas que están en la primera línea de muchas de las crisis que enfrentamos en el siglo XXI, y que, injustamente siguen siendo víctimas de la violencia, enfrentando estos abusos instalados e inaceptables poniendo como siempre su cuerpo y su vida.

(*) Directora regional adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe y representante en Argentina.