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viernes, julio 26, 2024

Yo digo… El cerebro de los adolescentes (Última Parte)

Por David Bueno

El número de adolescentes y jóvenes con situaciones de estrés, ansiedad y depresión ha ido aumentando, en parte debido a la pandemia, que no les ha permitido socializarse ni hacer lo que su cerebro les pedía hacer en esta etapa de estar con amigos, descubrir el mundo por sí mismos, etcétera. Los amigos pasan en la adolescencia ser el centro de la vida de nuestros hijos. Es lo normal, su cerebro se lo está pidiendo.
No es que haya que darles todo lo que les pide el cerebro, pero es sano que quieran estar mucho tiempo con sus amigos, hablando durante horas de nada o callejeando sin rumbo. Esto les encanta. Es importante que puedan estar con sus iguales, porque así empezarán a establecer los vínculos que serán importantes de jóvenes y adultos.
No se trata de que estén todo el día fuera con los amigos. También hay que poner límites. Pero es más fácil ponerlos cuando ya desde que eran niños nos hemos ganado su confianza que si siempre les hemos impuesto cosas de forma autoritaria.

Jóvenes felices
Lo más importante con los hijos, ya desde la primera infancia, es generar confianza. Debemos confiar en ellos (aunque a veces nos engañen) para que ellos puedan confiar en nosotros.
Otra consecuencia es el aumento de la agresividad. Hay que estar encima, porque cuando se altera esta salud mental, puede costar reconducirla. Para cuidar la salud mental es necesario, sobre todo, cuidar la salud emocional. Se trata de mantener esa confianza y el apoyo emocional, de estar alerta a las señales cuando algo se está alterando, sin agobiarlos, pero mostrándoles que pueden confiar en nosotros. Y se trata de disminuir situaciones que puedan favorecer el estrés. El deporte es una gran herramienta. Y es importante no sobresaturarlos, ni sobreestimularlos, porque todo esto genera estrés. Durante la adolescencia, el nivel basal de estrés es algo mayor, por cuestiones fisiológicas, y debemos vigilar de no aumentarlo más nosotros. La salud mental es lo que acabará condicionando a que el paso a la edad joven y adulta sea armónico y saludable, y de ello depende que sean jóvenes felices.

Frágiles y resistentes
El tsunami de emociones y transformaciones que significa esta etapa puede resumirse en dos palabras: oportunidades y vulnerabilidad.
Los adolescentes son a la vez más frágiles y más resistentes de lo que los adultos nos imaginamos. Son más resistentes porque su cerebro es muy plástico, maleable y, por tanto, se pueden adaptar a su entorno, lo que los hace especialmente resistentes. Es una época de oportunidades, porque esa plasticidad del cerebro hace que cualquier aprendizaje erróneo, incorrecto, pueda ser reconducido. Y son más frágiles por el mismo motivo: es una época de tanta plasticidad cerebral que cualquier ambiente o situación que les resulte tóxica también les generará más conexiones dentro del cerebro que fortalecerán esa toxicidad. Por eso es tan importante darles ejemplos sanos, un ambiente de confort, entendido como confianza y apoyo emocional, para evitar estos efectos negativos de la fragilidad.
A muchos padres los desorienta e irrita algunos comportamientos clásicos, como el desorden de los dormitorios de sus hijos adolescentes. Se trata de un reflejo de su cerebro. No es que esté desordenado, pero está haciendo y deshaciendo tantas conexiones que pasa por algunos momentos algo caóticos. Y la habitación es un reflejo de esto. También hay adolescentes que son especialmente limpios o aseados y esa conducta tiene el mismo origen, aunque parezca contradictorio, simplemente están descubriendo este caos que hay dentro de su cerebro e intentan asear el entorno para asearse a sí mismos. Ambos comportamientos son típicos de la adolescencia.

(*) Doctor en Biología y profesor de genética en la Universidad de Barcelona. La educación, y sobre todo entender cómo aprendemos, han centrado buena parte de sus investigaciones y de su trabajo académico, que en 2019 lo llevaron a crear la Cátedra de Neuroeducación, la primera del mundo dedicada exclusivamente a este campo. Ha desarrollado su trayectoria profesional y académica principalmente en Barcelona, pero también ha sido profesor investigador en la Universidad de Oxford. Ha publicado más de 70 artículos científicos y un gran número de libros con los que acerca la ciencia al gran público, una tarea, la de divulgación, por la que ha recibido varios premios, entre ellos, el Premio Europeo de Divulgación Científica, el 2010. LA CALLE cuenta periódicamente con sus colaboraciones.

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