Por David bueno
Uno de los aspectos más importantes en biología de la conservación es anticipar hasta qué punto las especies podrán adaptarse con suficiente rapidez a los cambios que se están produciendo en el clima, debidos, en buena parte o en su totalidad, a la actividad humana. Para ser consistentes, estas adaptaciones deben comportar cambios evolutivos permanentes que tengan una base genética. ¿Con qué rapidez están evolucionando las poblaciones naturales de mamíferos y pájaros? Ésta es la pregunta que se han planteado el biólogo Timothée Bonnet y sus colaboradores, una cuarentena de científicos de más de una veintena de universidades y centros de investigación de todo el mundo. La conclusión a la que han llegado, que acaba de publicarse en la revista Science, es que la tasa de evolución adaptativa de las especies analizadas es casi el doble de la que hasta ahora se había presupuesto, pero puede no ser suficiente para garantizar su supervivencia en los hábitats que ocupan actualmente.
Varios trabajos previos ya habían analizado esta cuestión, pero se habían centrado en la evolución de una o unas pocas características biológicas, lo que dificultaba sacar conclusiones de conjunto. El avance importante de esta investigación es que han analizado la llamada eficacia biológica global de 15 especies de pájaros y de mamíferos de todo el mundo durante mucho tiempo, hasta 63 años en algunos casos. Esto implica que no sólo sea una investigación a nivel global sino también transgeneracional, dado que la mayor parte de investigadores actuales que firman este trabajo todavía no habían nacido cuando se inició.
Conceptualmente simple
Según la teoría de la evolución, los cambios adaptativos se deben a mutaciones genéticas que se producen al azar. Estas mutaciones pueden introducir variaciones en algunas características morfológicas, que en conjunto con el resto de características de los individuos de aquella población favorecen su supervivencia y reproducción en un entorno natural y ambiental determinados. Esta supervivencia diferencial de unos individuos respecto de otros según sus características es lo que se conoce como selección natural. Es necesario enfatizar que los individuos concretos no evolucionan, sino que lo hacen las poblaciones en su conjunto.
En este trabajo, Bonnet y sus colaboradores han aprovechado datos recogidos sobre la eficacia biológica de poblaciones de mamíferos y pájaros de todo el mundo, entre los que se encuentran, por ejemplo, muflones de Canadá, hienas de Tanzania y pájaros endémicos de Nueva Zelanda. La eficacia biológica indica el grado de adaptación evolutiva de un organismo al medio en el que vive, lo que le permite aprovechar al máximo los recursos de los que dispone. Se mide a través del número de hijos que llegan también a tener descendencia. Correlacionando los valores de eficacia biológica con los cambios globales observados en estas especies a lo largo de varias generaciones, se puede llegar a establecer el componente genético subyacente.
Una de las principales dificultades de estos estudios es que muchos genes interactúan entre ellos y con factores ambientales a la hora de generar las características morfológicas observables, que son las que se pueden correlacionar con la eficacia biológica con mayor facilidad. Por este motivo, los investigadores se centraron en la llamada varianza genética aditiva, debida a factores genéticos que no interactúan entre sí, sino que simplemente se suman. Esto permite predecir con mucha más fiabilidad la respuesta que tendrán los cambios frente a los efectos de la selección natural. Es el mismo sistema que se utiliza cuando se trabaja con selección artificial de características interesantes en ganadería.
Una evolución acelerada
Según los datos obtenidos por los investigadores, la tasa de evolución adaptativa de muchas de las especies analizadas es casi el doble de la que hasta ahora se había presupuesto, indicando que se podrán adaptar a los cambios climáticos que la actividad humana está produciendo. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo. La evolución es un proceso azaroso que no sólo depende de cada especie y población concreta, sino también de la interrelación de todas las especies que coexisten en un mismo hábitat, dado que ejercen de mecanismo de selección natural unas de otras.
Es posible, por tanto, que en algunos casos la tasa de adaptación evolutiva no sea lo suficientemente alta como para que las poblaciones se puedan mantener en sus hábitats actuales, lo que generaría desequilibrios ecológicos que podrían afectar también a todas las demás especies. En cualquier caso, estos valores inesperadamente altos de la tasa de evolución adaptativa indican que la actividad humana está acelerando la evolución de muchas especies.