Luis B. García
1.
Democracia: soberanía de la mayoría. Soberanía: poder máximo que no se somete a ningún otro. Se nos dice “democracia sí”…, mientras no sea económica o social.
La mayoría puede decidir todo, salvo lo que la favorece. Si así lo hace, las fuerzas antidemocráticas ejercen la más brutal violencia en defensa de sus privilegios.
Este mecanismo funciona exactamente igual para toda América Latina y el Caribe: la agresión es precedida, acompañada y seguida por campañas de difamación mediática y activa injerencia de cortes y organismos internacionales en los asuntos internos del país víctima.
Consideremos algunos ejemplos.
2.
El Presidente democráticamente electo Jacobo Arbenz intenta expropiar algunas tierras de la United Fruit en Guatemala y es derrocado por una combinación de golpe militar e invasión mercenaria financiada por Estados Unidos.
El primer ministro Fidel Castro avanza reformas mayoritariamente apoyadas por el pueblo cubano. Sigue una invasión de mercenarios financiada, entrenada y apoyada por el gobierno de Estados Unidos; derrotada ésta, un bloqueo económico que dura hasta hoy.
El Presidente democráticamente electo Juan Bosch realiza moderadas reformas económicas en República Dominicana y es derrocado por una combinación de golpe militar e invasión del ejército de Estados Unidos.
El presidente democráticamente electo Joao Goulart decreta en Rio de Janeiro la expropiación de refinerías de petróleo privadas y de tierras privadas 20 kilómetros al borde de ríos. Es derrocado por golpe militar que apoya Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Salvador Allende nacionaliza la industria chilena del cobre, reconoce derechos fundamentales a los trabajadores y es derrocado por un golpe militar planeado y apoyado por Estados Unidos.
El dirigente Omar Torrijos logra en 1977 los acuerdos Torrijos-Carter en virtud de los cuales el Canal de Panamá queda posteriormente bajo el control de los panameños, y fallece en misterioso e inoportuno accidente de aviación.
El Presidente democráticamente electo Daniel Ortega avanza moderadas reformas agrarias en Nicaragua y es sometido a bloqueo y sabotajes cotidianos durante una década por “contras” entrenados y armados por Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Hugo Chávez intenta una reforma económica, se niega a privatizar Petróleos de Venezuela, y es derrocado temporalmente por un golpe militar planeado y apoyado por Estados Unidos.
El Presidente democráticamente electo Evo Morales nacionaliza industrias de explotación de recursos naturales, y debe enfrentar la amenaza de secesión de la Media Luna apoyadas por las transnacionales y los movimientos étnicos. Años de hostilidad interna alimentada externamente deviene en golpe y exilio.
El Presidente democráticamente electo Rafael Correa afianza la propiedad de Ecuador sobre sus recursos naturales, y es atacado por un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos y por los movimientos étnicos de la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie).
El Presidente democráticamente electo Manuel Zelaya se acerca al grupo de países del Alba, inicia moderadas reformas económicas y sociales en Honduras, y es depuesto por un golpe de Estado preparado y apoyado por Estados Unidos desde la base de Palmasola.
El Presidente democráticamente electo Fernando Lugo inicia moderadas reformas, y el Congreso lo depone con un golpe legislativo que dura apenas horas.
3.
Intencionalmente repetimos la expresión “democráticamente electo” como letanía. Esos gobiernos enfrentaron como pudieron las hostilidades y algunos líderes fueron denominados dictadores, categoría que bien haríamos en redefinir. Sobre todo, porque nunca fueron invadidas ni bloqueadas ni saboteadas dictaduras de derecha como las de Somoza en Nicaragua, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Videla en Argentina, Castelo Branco en Brasil, Bordaberry en Uruguay o Pinochet en Chile, por mencionar sólo algunas. Tampoco nadie molestó a demócratas conservadores neoliberales como Toledo en Perú, Frei en Chile o Calderón en México.
4.
La primera defensa de la democracia social y económica está en la movilización popular dinámica y oportuna. Ésta se logra a través de la prédica y la práctica de la participación popular. Un gobierno bien intencionado pero respaldado sólo por una población reducida a la pasividad será fácilmente derrocado mediante las recetas clásicas de la agresión externa e interna, el bloqueo y la guerra económica.
Decía Maquiavelo que difícilmente será derrocado un Príncipe que arma a su pueblo, pues con tal gesto muestra que le tiene una confianza que será siempre correspondida. Las armas no son fusiles y bayonetas.
La educación, la justicia social, la organización, la participación política son las invencibles herramientas de la articulación de la voluntad popular. Son las armas sociales, las que se deben blandir porque tornan innecesarias el uso de las convencionales. Aunque, lamentablemente, no siempre.










