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jueves, diciembre 12, 2024

Yo digo… ¿Cómo vota nuestro cerebro?

Por David Bueno

En democracia, para llegar a consensos la política es imprescindible, aunque no únicamente, mediante el voto. Ahora bien, ¿Cómo decidimos el sentido del voto, y cómo conseguimos el tan necesario acuerdo para el buen funcionamiento de nuestra sociedad?
Por mucho que meditemos el sentido del voto y que nos carguemos de razones antes de emitirlo, el cerebro político es esencialmente emocional. El voto se decide con una máquina que pone la razón en manos de la pasión. Las decisiones que se creen racionales, lo son porque uno cree que ha convencido a la emoción; la realidad es que casi ha sucumbido a ella. No es que razón y emoción trabajen por separado, sino que operan a la vez y se conjuntan de manera peculiar en cada individuo para determinar la decisión final.
Aún más. Solemos creer que elegimos libremente lo que vamos a hacer. Sin embargo, desde el unos años se conoce que unas milésimas de segundo antes de ser conscientes de nuestra decisión el cerebro ya la ha tomado, y no es hasta después cuando adquirimos consciencia de lo que hemos decidido. Es decir, la actividad neural preconsciente precede a la decisión consciente que se cree tomada libremente. El estudio en cuestión consistió en visualizar la actividad cerebral con técnicas de neuroimagen durante la toma de decisiones conscientes rápidas y simples en un grupo de voluntarios. Estas decisiones consistían en mover un dedo cuando se quisiera, a intervalos irregulares para no poder predecir su movimiento.

Milisegundos eternos
Pues bien, la actividad cerebral asociada a esta decisión se detectó en los lóbulos prefrontal y parietal milisegundos antes de que los sujetos fuesen conscientes de que iban a mover el dedo. Para el cerebro, esos milisegundos son casi una eternidad. Esto también se ha demostrado recientemente para decisiones más complejas y abstractas, como qué opción política vamos a votar en unas elecciones.
Por extraño que parezca, la tendencia política se correlaciona con rasgos biológicos concretos. Por ejemplo, un estudio del 2017indicó que la orientación política de las personas queda reflejada, en parte, en diferencias de funcionamiento de un mecanismo cognitivo relacionado con el autocontrol. Se observó que el conservadurismo extremo se asocia a poca flexibilidad –en el sentido de predisposición cognitiva– a cambiar las respuestas habituales ante los conflictos. Dicho de otro modo, las personas que manifiestan un conservadurismo más extremo responden más adecuadamente a cuestiones en las que la respuesta óptima presenta menos variables, mientras que las liberales/progresistas lo hacen cuando no hay una respuesta óptima predeterminada. Esta actividad diferencial reside en un grupo concreto de neuronas de la parte anterior del cíngulo, una zona del cerebro vinculada al control de las emociones. Este resultado coincide con estudios psicológicos previos en los que se había visto que las personas con actitudes políticas conservadoras manifiestan un estilo cognitivo más estructurado y persistente, mientras que las liberales/progresistas responden mejor a la complejidad informativa, a la ambigüedad y a las novedades. Además, durante el 2008, otro trabajo relacionó determinadas respuestas corporales a situaciones de estrés con actitudes políticas relativas. Según este estudio, las personas menos sensibles a los ruidos repentinos y a las imágenes visuales amenazantes suelen estar de acuerdo con la concesión de ayudas internacionales, con las políticas liberales de inmigración y el pacifismo. En cambio, las personas con fuertes reacciones fisiológicas a estos mismos estímulos suelen dar apoyo a las políticas armamentísticas, a la pena de muerte y a las llamadas políticas de mano dura.

Bases neuronales
En 2019 otro trabajo sentó las bases neurales de la preferencia por una sociedad jerarquizada o igualitaria, y luego otra investigación sugirió que el cerebro de liberales/progresistas y conservadores presenta diferencias estructurales significativas en relación al volumen de materia gris, la capa del cerebro donde se concentra una mayor cantidad de cuerpos neuronales y células de soporte. Los liberales muestran mayor volumen en la corteza cingulada anterior, y los conservadores en la amígdala, una estructura del cerebro relacionada, nuevamente, con el procesamiento de las emociones, especialmente en aquellas situaciones donde se detecta una amenaza.
Los resultados sugieren procesos cognitivos distintos y evidencian que los conservadores muestran una mayor sensibilidad a los estímulos amenazantes. Con ello no queremos decir que nuestra estructura cerebral controle de manera estricta nuestra tendencia política –eso sería una afirmación excesivamente reduccionista–, pero sí se puede afirmar que hay un claro vínculo entre nuestra biología y la tendencia política que manifestamos, entendida a grandes rasgos y considerando la media de la población.

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