Por Fanny Maidana
El domingo 2 de octubre se vivió con expectativas la jornada electoral para definir quién conducirá el país más importante en términos geográficos, demográficos, políticos y económicos de la región: Brasil.
Fue una elección que marca el retorno a la vida política de Luíz Inácio Lula da Silva, después de estar 580 días preso y ser excarcelado por el Tribunal Supremo.
En la vereda de enfrente, se disputaba el deseo de permanecer en el poder otros cuatro años del actual mandatorio Jair Messias Bolsonaro.
Sin lugar a dudas, el país vecino atraviesa un momento histórico de profunda polarización política. Ambos candidatos acumularon un 91,63% de los votos, frente a poco más de un 8% que lograron sumar los restantes 9 que se sumaron a la competencia.
Los centros urbanos prefirieron los candidatos más conservadores y afines al bolsonarismo, al igual que los estados del sur y sudeste. Las periferias que rodean las ciudades y el nordeste jugaron en favor del Partido de los Trabajadores (PT) y su líder.
Las elecciones brasileras en números. El mapa de los resultados
Brasil cuenta con un padrón electoral que supera los 156 millones de electores, es decir, supera más de cuatro veces la cantidad de electores de Argentina.
El pasado domingo el nivel de participación electoral estuvo alrededor del 79% (123.682.372 votantes). El ausentismo se ubicó en el 21%, manteniéndose dentro de los parámetros registrados en las dos últimas elecciones.
Las categorías electorales en juego eran 5: presidente y vice, diputados (se renovaba el 100% de su composición, 513 en total) y senadores federales (27 bancas, lo que representa ⅓ de su composición total que asciende a 81), gobernadores (27 en total, 1 por cada estado y el distrito federal) y diputados estaduales.
Para el caso del Senado federal, 22 de las 27 bancas en juego fueron obtenidas por partidos de orientación conservadora y las 5 restantes a los más progresistas.
En la Cámara de Diputados federal, el resultado sigue las mismas líneas divisorias esbozadas en las otras categorías: los partidos con orientación conservadora lograron obtener 377 de las 513 bancas en juego, mientras que los más cercanos en términos ideológicos al PT consiguieron las 130 restantes.
Estos resultados evidencian una fragmentación partidaria -alrededor de 23 partidos ocuparán bancas en la Cámara de Diputados, mientras que 15 lo harán en la de Senadores- y la mayoría de ellos con una fuerte orientación conservadora.
Las encuestas, ¿las grandes perdedoras?
Una vez más, como en muchos países de la región y el mundo, las encuestas son apuntadas por sus imprecisiones.
En los pronósticos, las principales pesquisadoras otorgaban una ventaja a Lula por sobre Bolsonaro que oscilaba entre los 6 y los 17 puntos porcentuales. Colocaban al actual mandatario entre el 31 y el 36% (la única que le otorgó un estimado más alto fue Atlas, con el 41%).
Con el diario del lunes esos pronósticos resultaron profundamente equivocados, ya que el ‘Messias’ logró romper esa barrera y superar los 43 puntos.
Después de estos resultados, atrás quedaron los cuestionamientos del Partido Liberal (PL) respecto de la transparencia del sistema electoral y del recuento de votos.
Desde 1996, Brasil tiene un sistema de urna electrónica que hasta el momento no había sido puesto en dudas.
Seguramente, el desempeño electoral conseguido por Bolsonaro desalentó el fantasma del fraude y desechó este argumento como “caballito de batalla” en la segunda vuelta.
¿Qué podemos esperar para el segundo turno?
Brasil, desde su reforma constitucional de 1988, estableció que debía realizarse segunda vuelta cuando ninguno de los candidatos en competencia alcance la mayoría de los votos, es decir, supere el 50%.
Con excepción de las elecciones de 1994 y 1998, que llevaron a la Primera Magistratura a Fernando Henrique Cardoso (PSDB) –en ambas ocasiones fue enfrentado por Lula- las restantes seis elecciones presidenciales desde el año 1989 necesitaron de una segunda vuelta electoral para definir al ganador.
Desde el lunes 3 de octubre a las 5 p.m, el candidato del PT y el del PL no han hecho más que dedicarse a pescar votos en una pecera muy pequeña.
Cierto es que Lula –cuya propuesta se identifica con el número 13- necesita poco menos de 2 millones de votos para alcanzar el 50,01% que lo convierta ganador.
Al actual presidente –al que se ha asignado el número 22- le urge conseguir no menos de 7,5% más de votos, es decir, casi 9 millones de voluntades a su favor. Calculadora en mano, es un número difícil de alcanzar, pero no imposible.
Durante la semana, diversos protagonistas del primer turno se manifestaron públicamente para influir en la decisión de sus votantes.
Primero fue Ciro Gomes –se ubicó en el cuarto lugar con el 3%-. Sin nombrar a Lula, manifestó que acompañaba al PT para el segundo turno y que no negociará ningún ofrecimiento político.
El miércoles fue el turno de Fernando Henrique Cardoso, histórico rival de Lula. Cardoso integra las filas del PSDB, partido al que pertenece el candidato a Vicepresidente de Lula y exgobernador del estado de Sao Paulo, Geraldo Alckmin. En manifestación de apoyo se fotografió junto al líder del PT.
Par de horas más tarde, Simone Tebet (MDB- 4,16%) –candidata que ocupó el tercer puesto- también hizo público su apoyo al líder sindical metalúrgico.
Resta el desafío de pensar estrategias para conquistar alguna porción de ese 21% ausente. Se lo define como un votante que no simpatiza con ninguna de las dos alternativas ofrecidas. Quién no fue a acompañar alguna de estas dos opciones en el primer turno, ¿por qué lo haría ahora?
En los primeros días de campaña para la segunda vuelta, Lula ha mostrado su lado más cristiano y visitó la orden franciscana para recibir una bendición.
Bolsonaro aprovecha para reforzar su discurso anticomunista, mostrar su lado más humano y presentarse como objeto de ataques e injusticias.
Los desafíos para ambos candidatos si ganaran el sillón en el Palácio do Planalto son varios, sobre todo vinculados a la economía del Brasil y su actual lucha contra la inflación, que este año se estima se ubicará alrededor del 10%.
La mayor certeza al momento es, como decía la Reina de los Bajitos, que todo el mundo pidió bis. La segunda vuelta nos presenta a dos viejos conocidos en un escenario altamente polarizado. ¿Colorado el 13 o Negro el 22? ¡Hagan sus apuestas! El 30 de octubre sabremos dónde caerá la bola.
(*) Dra. en Ciencia Política Primus Consultores www.primus.ar, info@primus.ar