David Bueno
Hablar es una actividad básica de las personas. A través del lenguaje transmitimos y compartimos ideas, instrucciones, emociones y sensaciones, fortaleciendo los vínculos sociales. El cerebro humano presenta zonas especializadas en la adquisición, comprensión y producción del lenguaje oral, como las llamadas áreas de Broca y de Wernicke, entre otras. Además, su gran plasticidad hace que tenga la facultad de adquirir más de un idioma prácticamente a cualquier edad. De hecho, más de la mitad de la población mundial es bilingüe, y en algunos países muchas personas hablan o entienden tres o más idiomas.
La producción del lenguaje oral y la adquisición de nuevos idiomas requiere un equilibrio entre la utilización de zonas especializadas y la plasticidad neuronal para poder realizar nuevas conexiones que permitan almacenar los sonidos, las palabras y las estructuras lingüísticas de cada uno de los idiomas. Se calcula que cuando oímos una palabra sólo tardamos 20 milisegundos en hacernos una representación mental de su significado. ¿Cómo se mantiene este delicado equilibrio entre especialización y plasticidad y cómo nos afecta la adquisición de nuevos idiomas durante la edad adulta? Ésta es la pregunta que se hizo el investigador Ksipra Gurundan y sus colaboradores. Según el resultado de su trabajo, que han publicado en la revista “The Journal of Neuroscience”, la adquisición de nuevos idiomas durante la edad adulta cambia la conectividad neuronal de los dos hemisferios cerebrales a medida que van mejorando las competencias lingüísticas, lo que afecta a la producción y comprensión del lenguaje.
Experimento con monolingües
El punto de partida de este estudio es necesario buscarlo a mediados del siglo XIX, cuando se describió que el lenguaje estaba lateralizado en el cerebro. Dicho de otra forma, la capacidad lingüística se sustenta en el hemisferio izquierdo. Esta creencia se ha mantenido durante más de un siglo, hasta que se ha visto que, aunque es cierto que en general existe una mayor activación del hemisferio izquierdo cuando se habla, ambos hemisferios contribuyen a la producción y la comprensión del lenguaje.
En este trabajo, analizaron, por resonancia magnética funcional, cómo varía la actividad del cerebro a medida que se va aprendiendo un segundo idioma durante la edad adulta. Lo hicieron con personas monolingües castellanohablantes que aprendían vasco o inglés.
Los resultados fueron los mismos. Esto indica que los cambios dependen básicamente de aprender un nuevo idioma y no tanto del idioma aprendido.
A medida que se va aprendiendo una segunda lengua y que se profundiza en su dominio, aumentan las conexiones neuronales de la corteza cerebral, que es la capa más externa de este órgano encargada de procesar los comportamientos más complejos y elaborados. Este hecho concuerda con otros estudios previos que indicaban que el bilingüismo podría ayudar a retrasar la manifestación de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer porque aumenta la llamada reserva cognitiva, es decir, el número de conexiones neuronales.
Por otro lado, en la adquisición de un segundo idioma existe una gran implicación del hemisferio derecho del cerebro, lo que obliga a rehacer la antigua hipótesis de la especialización hemisférica en el adquisición y producción del lenguaje. Según los autores, las zonas especializadas en el lenguaje podrían ser más activas en el hemisferio izquierdo, pero la plasticidad necesaria para adquirir nuevos sonidos, vocabulario y estructuras lingüísticas se encontraría en ambos hemisferios.
Leer, escuchar y hablar
A medida que va mejorando la competencia lingüística en la segunda lengua, se activa con mayor intensidad el hemisferio derecho, pero lo hace de forma diferencial según sea la competencia lingüística que se valore. Por ejemplo, se activa mucho más cuando leemos el nuevo idioma, algo menos cuando escuchamos a una persona que lo habla, y menos cuando debemos hablarlo nosotros directamente. Curiosamente, éste es el orden de dificultad más habitual en la adquisición, producción y comprensión de nuevos idiomas: a la mayor parte de personas les resulta más fácil comprender los idiomas que se aprenden durante la edad adulta cuando los leen que cuando los escuchan, y, normalmente, tienen más dificultades para hablarlo, lo que indica que todos estos procesos se sustentan en la plasticidad del cerebro.
En resumen, el aprendizaje de nuevos idiomas en la edad adulta se sustenta tanto en las zonas lingüísticas especializadas del cerebro como en su plasticidad, e incrementa la conectividad neuronal. Dicho de otra forma, aprender idiomas no sólo facilita la comunicación con otras personas sino que también nos cambia literalmente algunas conexiones del cerebro, haciendo que este órgano incremente su flexibilidad.