Por Andrés Asiain
El problema habitacional no está asociado a la falta de construcción de casas sino a que gran parte del stock se encuentra deshabitado. Las inmobiliarias buscan derogar la Ley de Alquileres y avanzar sobre los derechos de los inquilinos. Además, pretenden acortar el período de contrato de alquiler, aumentar sus comisiones y desregular los aumentos en monto y plazos. También se oponen a regular los aumentos de renovación de contratos y al establecimiento de un impuesto a las viviendas vacías y terrenos baldíos. Según los representantes de las inmobiliarias, esas regulaciones sólo sirven para reducir la inversión en el sector de la construcción y mermar la oferta de viviendas en alquiler. Si bien las regulaciones del contrato de locación podrían llevar a los propietarios a retirar la oferta de viviendas en alquiler, no queda claro por qué lo haría un impuesto a la vivienda ociosa. Es más, ese tipo de imposición se ha establecido en diversos países del mundo justamente para evitar que los propietarios retiren las viviendas de la oferta de alquiler. La situación es crítica en nuestro país, ya que en las principales ciudades las viviendas ociosas superan en número a las familias con problemas habitacionales. Por eso, el problema de la vivienda no tiene que ver con una supuesta falta de construcción, sino que no se alquilan las existentes. La causa de ese paradójico comportamiento es que la vivienda se convirtió en un activo de ahorro para sectores de elevado poder adquisitivo, que especulan con su valoración a fuerza del crecimiento demográfico. Para gran parte de esos propietarios, el alquiler no tiene un interés relevante frente a los costos administrativos y de gestión que implica. De ahí que se conformen con una renta menor, pero sin esfuerzo de gestión. Muchos países europeos hacen tributar las viviendas vacías y baldíos a quienes no invierten permitiendo el deterioro de las propiedades, llegando en algunos casos a expropiaciones o a un alquiler obligatorio gestionado por el Estado. La imposición sobre la vivienda ociosa y los baldíos no reduce los incentivos a invertir en la construcción. El negocio se transforma, desde la inversión de departamentos de lujos deshabitados, hacia la construcción de viviendas familiares para el alquiler. La mayor oferta de alquileres facilita el acceso a la vivienda y desvaloriza las propiedades, facilitando la compra de quienes las habitan y el desarrollo de la construcción de la vivienda propia.