Ventanas rotas

El fin de semana la Escuela N°92 “Tucumán” sufrió la rotura de 9 ventanales a piedrazos. “No es fácil para nosotros reponer los vidrios”, reconoció la directora, y recordó que en febrero sufrieron algo similar. “A valores de ese entonces, si la escuela quiere reponer los vidrios de las nueve ventanas, tenemos que invertir entre 11 y 12 mil pesos”, se lamentó. Pero reponerlos es un deber ineludible para las autoridades por la obvia razón de que su comunidad educativa, el clima invernal y los 102 años de la escuela así lo prescriben.
Pero también por otra razón que los estudiosos de la conducta humana llaman la “teoría de las ventanas rotas”.
Es una teoría sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas. Tiene su origen en un experimento que llevó a cabo un psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, en 1969. Abandonó un automóvil en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York, sin las patentes y con las puertas abiertas. Su objetivo era ver qué ocurría.
Y ocurrió algo. A los 10 minutos, empezaron a robar sus componentes. A los tres días no quedaba nada de valor. Luego empezaron a destrozarlo.
El experimento tenía una segunda parte: abandonó otro auto, en parecidas condiciones, en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana, el vehículo siguió intacto. Entonces, Zimbardo dio un paso más, y abolló algunas partes de la carrocería con un martillo. Debió de ser la señal que los honrados ciudadanos de Palo Alto esperaban, porque al cabo de pocas horas el auto estaba tan destrozado como el del Bronx.
Este experimento es el que dio lugar a la teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas. ¿Por qué?, porque la ventana rota envía un mensaje: aquí nadie se preocupa por esto. Una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian. Y lo peor es que las personas civilizadas se retraen.