Por José Antonio Artusi (*)
Esta semana se cumplieron 172 años del Pronunciamiento de Urquiza y el 170 aniversario de la sanción de la Constitución Nacional. Sin dudas, Justo José de Urquiza fue uno de los más grandes próceres de nuestra Nación; pero no siempre reconocido como tal. Quizás porque le tocó recibir las andanadas tanto de la historiografía mitrista como de la revisionista. Sin embargo, su legado imperecedero está ahí, al alcance de quien quiera verlo: educación pública, laica, gratuita y obligatoria –de la que empezó a preocuparse y ocuparse cuando Sarmiento todavía era un jovencito– Organización Nacional, Estado de derecho, libre navegación y comercio, colonización agraria, inmigración, fomento de las industrias y el comercio.
Interpretar adecuadamente las lecciones de nuestra propia historia es clave para entender el presente y para construir un futuro mejor. Por eso recordar y reivindicar a Urquiza es mucho más que un nostálgico regodearse con las glorias del pasado, o un mero capricho producto del orgullo localista; debe ser más bien una manera de reconocer cuáles han sido las contradicciones fundamentales en cada momento histórico, e identificar las tendencias que han marcado el rumbo de una sociedad más libre y próspera. Urquiza entendió con lucidez y pragmatismo que la Argentina del siglo XIX debía organizarse bajo el manto protector de una Constitución liberal y republicana que asegurara un sistema federal preservando a su vez la unidad nacional. Y dedicó, con paciencia y perseverancia, sus mejores esfuerzos y su habilidad estratégica para el logro de los objetivos primordiales que se había trazado.
La efeméride es propicia para recordar algunos párrafos de una breve reseña biográfica de Sara Elena Bruchez, publicada –sin fecha– por el Palacio San José. Por las publicidades que contiene estimo que debe ser de fines de los años 80 o principios de los 90. Un texto breve, sencillo, pero a la vez contundente.
En defensa de la unión nacional
“Urquiza se adscribió al partido federal y fue elegido diputado provincial en 1826. En su destacada intervención sobresalió, entre otros proyectos, al auspiciar el fomento de la educación. El decreto aprobado por el Congreso provincial establecía la construcción, en cada villa y pueblo de la provincia, de un edificio escolar, la contratación de maestros idóneos y el funcionamiento de sendas escuelas lancasterianas en las dos villas principales, Paraná y Concepción del Uruguay. Su compromiso político lo llevó a defender con las armas las banderas del federalismo y de la unión nacional”.
“Tal vez las influencia que caló más hondo en su espíritu haya sido la lectura del Dogma Socialista que Echeverría le envió desde su exilio en Montevideo incitándole a ponerse al frente de un partido nacional que promoviera la fraternidad de los argentinos y la pacificación del país.”
“Se preocupó por la mejora del ganado, principal riqueza de la provincia, así como del impulso de la agricultura, para lo que proveyó medidas adecuadas. Se instalaron atahonas, se dispuso la distribución de los animales sin dueño a oficiales y tropa indicándole al comandante de Gualeguaychú: ‘La distribución la hará U. con preferencia a aquellos más pobres y que tengan sus corralitos’”.
“Al margen que la enseñanza primaria para los niños de seis a trece años se tornó obligatoria y gratuita, sin lugar a dudas, su obra cumbre en materia educativa estuvo dada por la fundación del Colegio de Concepción del Uruguay. Surgió en 1849 con un designio bien marcado: formar las generaciones dirigentes del país a organizarse”.
Reconocimiento tardío
Sara Elena Bruchez, se refiere también a la obra emprendida por el General Urquiza, como verdadero estadista, luego de su victoria en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
“Sucesos posteriores a Caseros… desde la ciudad del puerto adoptó disposiciones trascendentes. Entre ellas, la abolición de la pena de muerte por delitos políticos y la confiscación de bienes por cualquier causa, devolución de los bienes confiscados a Juan Manuel de Rosas… tratados de amistad, comercio y navegación con países extranjeros y otros de no menor relevancia. Cabe señalar aquí el reglamento general de aduanas que adquirió especial significación en tanto se puso término al monopolio de la ciudad portuaria”.
“… el 1º de Mayo de 1853 el Congreso sancionó la Constitución – que con algunas reformas hoy nos rige – el Director la promulgó el 25 del mismo mes y el 9 de Julio se realizó el juramento”.
“La paz y la unión de los argentinos fueron los principios rectores que Urquiza sostuvo sin desmayos desde Caseros. La mayoría, obnubilada por la inmediatez, no alcanzó a comprender los alcances de la alta política desplegada en Pavón y recurrió a la acusación fácil de “vendido a los porteños”. A partir de ese momento todo el accionar de Urquiza estuvo encaminado a defender esos principios y los mantuvo inconmovibles a pesar de las acusaciones de los federales y de los recelos de los liberales”.
“La posteridad reconoció tardíamente la obra de Justo José de Urquiza pero, a pesar de esa gloria demorada, nadie puede arrebatarle el honor de ser el argentino que contribuyera con su acción a elaborar y concretar el programa de la Organización Nacional. Y es, precisamente, a través del ordenamiento legal que la grandeza y la prosperidad fueron, alguna vez, realidad en la Argentina”.
No sería una mala idea procurar una reedición de esa pequeña gran obra de Sara Elena Bruchez.
(*) Arquitecto Especialista en Planificación Urbano Territorial, integra la Cátedra de Planificación Urbanística de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCU.