Una “sillita de pensar” para que usen los adultos

Mona Gastiassoro interpela al modelo educativo que enseña a comportarse como rebaño.

No permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida. Esa es Mona una mujer con conciencia social siempre en actitud de identidad, no es de las que confunde perdurar con honrar la vida.

Por A.H.



Este viernes presentó “La Sillita” en la Escuela Tadea Jordán, es una obra de teatro unipersonal que ella elige presentar en el marco de la Dirección de Mujeres, género y diversidad de la que forma parte.

Ser y estar son verbos sinónimos que se pronuncian igual en francés. Y esa es la actitud de una mujer que ya rompía con estereotipos en esta ciudad cuando la cantidad de ovarios no alcanzaban. No alcanzaban y no eran los tiempos de la paridad, precisamente. “La Sillita” protagonizada por Griselda Gastiassoro, para nosotras la Mona.
La Mona es una artista, es su concepto total, actriz y directora teatral local que pertenece al mundo. Tiene una amplia trayectoria, pero en los últimos años presentó: “Simplemente Delfina”, Unipersonal con textos propios, estrenado en la capilla del Bº La Concepción, con motivo de realizarse las actividades culturales en el marco del Plan Hábitat. Además, emprendió el unipersonal “María del P….”, basado en el pensamiento de María Eva Duarte de Perón, como autora, directora y actriz.
Sus espectáculos han recorrido además de Concepción del Uruguay, Diamante, Hernández, Colón, Nogoyá, Paraná, Victoria, Concordia, Gualeguaychú y Villaguay.

“La Sillita”, tiene como eje temático la violencia.
“Te voy a contar otra cosa, cómo nació “La Sillita”… diario de una chiruza” y vas a entender el porqué, dice Griselda, arranca un diálogo fluido, espontáneo y muy expresivo. Como ella misma

–Hace varios años tres gurisas, iban a presentar su tesis para recibirse de MOI, creo que en el Tobar.  Necesitaban un disparador para presentar su visión de la necesidad del juego en los chicos, y también, creo, que un poco esto de que al “domesticar” a les gurises, no solo les hacemos perder frescura, sino que con determinadas actitudes les marcamos para siempre. Así fue que armé un monólogo que creo tendría unos cinco minutos, y pobrecitas… puse en la protagonista, una nena de jardín de poquísimos recursos, todos los pequeños lanzazos que –sin darse cuenta tal vez– algunas maestras del jardín daban a les gurises, por desconocimiento, por desinterés o quién sabe por qué.

–La niña interpela a sus maestras desde otro lugar, con otra perspectiva…
–Principalmente fue un espejo, donde se veían reflejadas las diferentes situaciones, las de ambas partes y la terrible necesidad hasta de dar un cachetazo para quienes se hacen cargo de esas infancias tengan en cuenta sus realidades.

–¿Y la sillita alude al rincón de la penitencia?
–Si a vos te mandan jugar en “la hora de jugar”, vos con 4 o 5 años, jugás, a lo que conocés, a lo que ves, y a lo que soñás. Pero, principalmente, vas a jugar cómo sabés. Y la realidad de esa maestra era totalmente distinta a la de la nenita, conclusión… la nenita termina siempre en la “sillita de pensar”, hasta que aprenda a comportarse como rebaño, y como la sociedad espera que se comporte.

–Y las MOI, ¿cómo leyeron esa situación?
–Pero es que esas gurisas tenían exactamente la misma visión, coincidíamos, así que les fue bien, y a la que entonces era: “La sillita” también. Me llamaron para hacerla en un encuentro de maestras jardineras de toda la ciudad, y recuerdo que entonces, Flavia Mena que estaba en el CGE en Educación Inicial, y nos invitó a hacer con “La Sillita” la apertura de un congreso provincial de Maestras de Nivel Inicial.

–Una presentación a otra escala…
–Qué loco, me había olvidado de esto. Fuimos a la Vieja Usina de Paraná y abrimos el congreso. Fíjate, sólo 5 minutos, y lo que originó.

–¿Lo del “Diario de una chiruza”, cómo surgió?
–Eso vino después. Un día tras uno de esos debates de cola de almacén, tratando de explicar lo que significaba para una persona tener “igualdad de oportunidades”, volvía a casa y se me cruzó “La sillita”, dije: “tengo que terminar de escribir lo que le pasó a esta nena”. Y apareció esa otra parte, a esa nena sin oportunidades… ¿qué camino le quedaba para tomar? Y éste que ven es una de las posibilidades, pero no te creas que tendría muchas más. Fíjate qué loco, fue antes que pudiéramos visibilizar como sociedad la forma en que la violencia nos atraviesa durante toda la vida, y no nos damos cuenta. Lamentablemente no la identificamos, y lo que es peor: la naturalizamos.

–¿Tus monólogos son de naturaleza feminista?
–Desde que empecé a escribir monólogos, allá por los ’90, lo hice siempre desde la mirada de las mujeres. Monólogos humorísticos, hasta riéndome de los problemas a los que nos enfrentábamos a diario. Monólogos históricos (que me encantan) mostrando a las mujeres que la historia escrita por los hombres nos invisibilizó. Y monólogos atemporales, porque podés ubicarlos en cualquier tiempo y espacio y siguen estando vigentes (a veces lamentablemente).

–¿Qué sentís como actriz al momento de expresar tu papel?

–Lo de siempre y espero que nunca deje de hacerlo. Los nervios primero y después la sensación de decir, como Alterio en esa hermosa escena, “¡Puta que vale la pena estar vivo!”. Cuando vos hacés algo y sentís que movilizaste algo en alguien, bueno o malo… ¡Vale la pena!

–¿Cómo la recibe el público?

–Creo que el público la recibe de acuerdo a qué fibra le tocó.  Hay gente que recién se desayuna que estas cosas pasan y las toman como una película de Netflix, otrxs se sienten protagonistas, porque pasaron por algunas de esas situaciones. Otras, simplemente, y por afortuna no las padecieron, pero sintieron empatía por esas situaciones y eso, eso es lo que me gusta, despertar ese sentimiento.

–¿Cuál es el objetivo?

–Todo lo que escribo está pensado para hacerla en el mejor teatro, con todas las luces, con sonidista, y también sin nada de eso, en el medio de un campito, o de una plaza, en el atrio de una capilla o en el pasillo de una cancha de bochas. ¡Llegar!, tocar los corazones. Si hacemos teatro sólo para entretener tenemos que pensar si eso es lo que queremos. Sino hacés pensar con el teatro… bueno, hacelo. Pero no es lo mío.

–¿Tiene proyectado presentarla en otras ciudades?

–Siempre. Amo viajar con las obras. Es una experiencia maravillosa cada vez. Cada lugar tiene su propia identidad, su propio ser y eso también nos alimenta. Testis, en la época de los griegos, viajaba con su carro de pueblo en pueblo y fue el primer teatrero. Ojalá pudiera ser como Testis.

Y así, como una Testis de nuestro tiempo, se retira nuestra Monita con su mochila, donde lleva montado sus personajes y los múltiples mundos encima.