Una mejor vida no es utópica

Señor director:
Antes de la pandemia, todos los países sin excepción estaban en situaciones críticas, y de un día para otro la propagación del covid-19 puso en crisis a la entera población del mundo en todos los aspectos. Y como, las calamidades nunca suelen venir solas, desde entonces cada día ocurren terremotos, erupción de volcanes, estallidos sociales, conflictos bélicos, terrorismo y una crisis económica e inestabilidad social que tienen a todo el mundo en vilo debido al estresante desasosiego que ocasionan. ¿Preludio de un futuro incierto? Crucemos los dedos. Nadie sabe lo que irá a pasar, pero se presiente que tal desbarajuste no podrá tener un final feliz.
Nadie duda de que el mundo está cambiando, o que, como dijo Quino a través de Mafalda, parece que “el empeoramiento está empeorando”. Los acontecimientos en curso están provocando un movimiento pendular, y lo más probable es que la oscilación no se detenga hasta alcanzar su máximo efecto devastador. De momento, la anhelada “normalidad” de paz y tranquilidad no está a la vista.
La situación es la que es, y cambiarla de un día para otro es impensable. Se mire por donde se mire, el mundo está infectado de locura. No hay nadie que no esté perturbado, confuso, o devastado. Se ha vuelto tan común estar desquiciado, que a la hora de hacer planes, o tomar decisiones importantes, siempre hay falta de consenso. Algunos opinan que los inquietantes desajustes y desgracias provocados por la pandemia del Covid-19 son apenas los preliminares de las calamidades que ocurrirán más adelante. Sin embargo, por encima de todo lo que se diga, se piense, o profetice, siempre habrá otras formas de entender la vida, que poco a poco se irán descubriendo. En el ínterin, las consecuencias de los excesos cometidos en nombre del “progreso” habrán de flagelar durante algún tiempo a todo el mundo, hasta que el “no va más” obligue a cambiar de rumbo y se emprenda un estilo de vida más sano, sencillo y natural que garantice la supervivencia y permita centrar la atención en lo esencial.
A pesar de tan aciago panorama, una mejor vida no es utópica. La innata voluntad de plenitud de las personas siempre instará a optar por la sabiduría y descartar la mediocridad. De hecho, históricamente, siempre que los seres humanos se han preguntado cómo es posible que alguien sea feliz en su mundo, han tenido que recurrir a la sabiduría, la cual consiste básicamente en separar lo esencial de lo accesorio. Vivir con sabiduría requiere esforzarse por hacer las cosas con nobleza y ejemplaridad.
Para ello es imperativo saber diferenciar la excelencia de la brutalidad en las situaciones cruciales de la vida. Logrado esto uno entiende que la mejor forma de vivir está constituida por un abanico de actividades guiadas por la excelencia, y no solo por la diversión. La excelencia se alcanza con fe y confianza en el buen hacer, cuando se advierte que sin desechar falsos conceptos, el desenfreno y la neurosis imperante pueden contribuir a quedarse varados en conflictos insolubles de por vida.
Lucas Santaella